"¿Se acuerdan del terremoto, pero no el de 2010, sino del terremoto de 1939?". La pregunta de Yanet Figueroa, profesora de la Escuela Palestina de Chillán, la escucha un grupo de niños parados frente a una vertiente. La fuente de agua está a unas ocho manzanas del colegio, al final de un callejón, y es el primer punto de uno de los recorridos que cada curso frecuentemente hace por el barrio Santa Elvira, una de las localidades más antiguas de la capital del Ñuble. Los alumnos se miran y comienzan a responder. "Sí, mi abuela me contaba que para el terremoto grande la gente venía acá a buscar agua porque no había de dónde más sacar", dice Noelia De la Fuente, alumna que este año pasó a 1° medio. Y es verdad. Porque el terremoto de 1939, que alcanzó 8° en la escala de Richter, causó estragos en Chillán. Fallecieron unas 5.600 personas, diez veces más que para el sismo de 2010. Con la ciudad en el suelo y el sistema de agua potable inactivo, los vecinos de Chillán y Chillán Viejo venían a la única vertiente disponible a buscar agua: la de Santa Elvira. La profesora Yanet Figueroa nació en Santa Elvira, que es donde también vive la mayoría de los alumnos de esta escuela municipal. Hace dos años, la docente impulsó el proyecto "Unidos por el patrimonio y el medio ambiente", que busca que los más de 200 estudiantes de la escuela conozcan la historia del barrio, de Chillán, y que aprendan a preservarla. "Es importante que los alumnos conozcan esta historia. El recorrido por Santa Elvira pasa por su primer almacén, Las Panchas, el Canal de la Luz y hasta el restaurante 'Onde el Pala', que es de los más conocidos en Chillán", cuenta la maestra. "Esto lo complementamos con salidas para conocer el patrimonio más formal de la ciudad, como la Catedral o el museo Claudio Arrau", añade. Las salidas son periódicas y los alumnos mayores les explican a los demás la historia de los lugares que visitan. Los resultados de la iniciativa han sido tan buenos, que en 2016 la escuela Palestina, con una mayoría de alumnos vulnerables, pasó a formar parte de la Red de Escuelas Líderes contra la Pobreza, una iniciativa que impulsan Fundación Minera Escondida, Fundación Educacional Arauco, Fundación Chile y "El Mercurio". Su objetivo es destacar establecimientos que desarrollan proyectos innovadores y que contribuyen a mejorar la calidad de la educación en contextos vulnerables. En este caso, la iniciativa se apoya además en la Unidad de Patrimonio del municipio chillanejo y en el trabajo de académicos de la sede local de la Universidad del Biobío. Raíces Después de la vertiente, y antes de cruzar el Canal de la Luz, los alumnos pasan por el lavadero. Valentina Baeza, de 6° básico, da la explicación correspondiente. "Se llama así porque antes las señoras no tenían lavadora, y se juntaban acá a lavar la ropa. Ahora eso ya no se hace, pero cuando tiene agua a veces vienen los niños a jugar y mojarse". "Mi abuela venía a lavar acá", comenta Noelia. "Y eso es lo que me gusta del proyecto, porque así uno se conoce, conoce sus raíces. Y es más fácil cuidar lo que se conoce", admite.. Los recorridos son amenos. Como los niños son del barrio, siempre se encuentran con algún "tío" o algún hermano mayor que ya dejó el colegio. La caminata, que dura unos 45 minutos -una hora pedagógica- está llena de saludos. "Esa es la casa de una tía", acota Martina Muñoz, de 6° básico. "Así que, profesora, si se demora en abrir, yo la llamo", ofrece la alumna cuando el grupo se detiene frente a una casa de fachada típica del valle central, con pabellón y adobes. Estos paseos se complementan con talleres que se imparten en el mismo colegio, y el contenido se trabaja luego en las asignaturas de Historia o Lenguaje. La reflexión sobre el pasado de Santa Elvira ha llevado a los involucrados a pensar también sobre su futuro. "Este año vamos a hacer un estudio para conocer la calidad del agua de la vertiente", dice Figueroa. La idea, comenta, es estar preparados para el próximo terremoto.