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Entrevista | Publica su nuevo libro en Emecé

María José Ferrada: una infancia de vendedora viajera

domingo, 05 de marzo de 2017

ROBERTO CAREAGA C.
Revista de Libros
El Mercurio

Con una celebrada carrera como autora infantil, ahora se lanza al terreno adulto con Kramp , una novela en la que echa mano de su biografía y se sumerge en el mundo de los vendedores viajeros, que aún hoy ejerce su padre.



Desde hace cincuenta años el papá de María José Ferrada (Temuco, 1977) es vendedor viajero. Fue representante de Unilever, luego de Gourmet y también de varios otros. Aún sigue en la ruta: hoy ofrece, y a veces también logra vender, productos de caza y pesca. En los buenos años, que fueron básicamente los 80, María José lo acompañaba a veces en sus viajes de trabajo, recorriendo pueblitos desde Temuco a Puerto Montt. Los negocios solían tener en el frontis una imagen que identificaba lo que vendían: un gran zapato en una zapatería, por ejemplo. Es que no toda la gente sabía leer. Pero esas imágenes empezaron a desaparecer en los 90, cuando se instalaron los supermercados. "Me acuerdo que mi papá me dijo: 'Parece que el negocio se va a acabar'. Y tal cual", dice.

Escritora infantil consolidada y premiada, autora de una veintena de libros, Ferrada ahora da el salto hacia la literatura para adultos. Tomando la historia de su padre escribió la novela Kramp , que publica con editorial Emecé. Es la historia de D y M, padre e hija, pero también es la de una mujer hermosa y triste que es la madre y, lateralmente, de E, un fotógrafo misterioso que busca a alguien a quien él llama "fantasma". La política se cruza tangencialmente en sus vidas, pero sobre todo la novela es un retrato del universo de los vendedores viajeros: "Me encantaba mi padre. Me encantaba ese mundo. Porque eran chamullentos, eran chistosos. Esos vendedores vivían una vida de aventura media pobre, consiguiendo los cheques para tratar de llegar a fin de mes. Nada de glamour . Y hay un momento en que la niña del libro se da cuenta: esto en el fondo está disfrazando una precariedad", cuenta Ferrada.

La niña es M, y es su voz la que le da la sustancia a Kramp : un relato envuelto en la inocencia de una chica de ocho años que en vez de ir al colegio día a día, consigue convencer a su padre para acompañarlo en su Renoleta. Se convierte en su ayudante silenciosa: mira con vehemencia infantil a esos dueños de ferretería a los que su padre intenta venderles serruchos, tornillos y manillas del catálogo de los productos Kramp. Y así entra en un mundo de hombres que arman una cofradía movediza de pueblo en pueblo, de cafeterías en bares. "Las cafeterías eran un sol particular y si alguien hubiera mirado debajo de la mesa, habría visto muchos zapatos exageradamente lustrados y maletines, y unos zapatos blancos que colgaban de la silla, los míos. Me gustaba aspirar el humo de sus cigarros. Ver a los vendedores pedir un café tras otro. Escuchar sus mentiras, una y otra vez", se lee en el libro.

"El ambiente de la novela no es ficción, las historias son reales. Pero la relación entre M y D no es verdad, yo tengo otra relación con mi papá", cuenta Ferrada. Y añade sobre el tono del relato: "Tiene un narrador niño y yo tengo un poco de ventaja en ese sentido: sé escribir en muy simple. Creo que desde el principio escribí la novela como para grandes, porque es un poco políticamente incorrecta para niños. Y era bien triste; es una novela que tiene varias capas. No podía sostenerse ese estilo de vida que llevaban el padre y la hija. Hay un momento en que la niña se da cuenta de que las cosas no son tan bonitas".

Antes que cualquier cosa, Ferrada escribía poesía y estuvo en los talleres de la Fundación Pablo Neruda. Pero cuando su hermano menor llegó a los tres años y ella a los 19, empezó a intentar otra cosa: escribirle cuentos a él. "Me di cuenta de que era un registro en el que me sentía muy cómoda. También tuve la ventaja de que no había leído mucha literatura infantil y como le estaba haciendo los cuentos a mi hermano tampoco estaba preocupada de lo que una editorial podía decir. Yo conocí literatura infantil después de que tenía ya dos libros. Fue de patuda un poco, pero eso fue bueno porque uno encuentra su voz sin mucho prejuicio", cuenta.

La historia de Ferrada siguió con un año estudiando Derecho en Valparaíso, luego se graduó de periodista en Santiago y después se fue a Barcelona a estudiar literatura japonesa. Fue allá donde echó a andar de verdad una ruta como escritora infantil que la ha llevado a publicar en España, Colombia, Italia, Japón, México y Argentina. Es una carrera muy celebrada: por ejemplo, en la próxima Feria Internacional del Libro de Bologna, en abril, la más importante del rubro infantil, Ferrada recibirá una mención especial en los Ragazzi Award por Un jardín (Ed. A Buen Paso, 2016), libro suyo con ilustraciones de Isidro Ferrer. Se trata prácticamente de un texto poético, género que la autora ha trabajado más de una vez. Aunque acaso su título más reconocido es Niños (Ediciones Grafito), un libro ilustrado por Jorge Quien sobre los niños desaparecidos durante la dictadura. Es un volumen pionero en tocar el tema y al final tiene un componente dramático: el listado de los nombres de los pequeños, de entre un mes y 13 años, detenidos y ejecutados.

"Creo que todos mis libros, los de niños y ahora los para adultos, son parte de una misma construcción. Temáticamente", dice Ferrada. "Por ejemplo, Niños tiene que ver con cómo la gran vida termina comiéndose a la pequeña. En este caso también. Al papá le pasa la vida por encima, por los tiempos que corren. Otro de mis libros, El idioma secreto , es el relato de una abuela campesina de las que casi no quedan. Me llama la atención cómo los mundos se van acabando. Pero sin dramatismo", añade la escritora.

Eso último es importante: aunque en Kramp el drama está a la vuelta de cada esquina -la madre es depresiva, el papá trabaja en un rubro destinado al fracaso, el fotógrafo busca a un fantasma de la dictadura-, la voz infantil de la narradora hace que la novela esté llena de sorpresas, porque se trata de una niña que está descubriendo el mundo lleno de productos flamantes. Aunque, claro, terminará. Años más tarde, cuando el negocio ya no tiene nada de boyante, M volverá con D en un viaje de ventas. Sin auto, se mueven en bus o en tren. "Las personas en el andén esperaban, se despedían o avanzaban en busca de su carro. D y yo, en cambio, nos quedábamos quietos y comenzábamos a perder, primero los colores, luego los contornos. Nos habíamos vuelto argollas de humo. Y nos desintegrábamos al cruzar el cielo de la ciudad", se lee en la novela.

"Intenté que los personajes no se tomaran con dramatismo ese término. No hay nada que podamos hacer frente a un mundo que cambia, eso finalmente va a tocar nuestras relaciones, nuestra forma de vida, tal vez la va a destruir, pero es que no hay nada que podamos hacer", dice Ferrada. "Yo traté de hacer una historia que tuviera puros personajes secundarios. Tocados por muchas historias. Por una historia mayor, que es el universo que se está expandiendo y se está separando, y eso dicta todo lo demás. No puedes hacer nada porque esto se está moviendo desde el big bang . Después vienen las historias políticas, que, quieras o no, van a marcar los cursos de estas historias pequeñas. Y después viene la historia de ellos. Ni la mamá ni él son héroes de nada: los lleva la vida", asegura la escritora.

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