martes, 06 de diciembre de 2016
Economía y Negocios
Francisco Selamé
Socio de PWC
A fin de año, es natural expresar deseos para el futuro, aunque haya en ellos buena parte de inocencia.
Yo quisiera un Estado más atento que entendiera que la tributación es más que una mera técnica para recaudar. Que tuviera muy presente que cualquier forma de dilapidación, despilfarro o gasto injustificado de esos de que nos enteramos por los medios con cierta regularidad, socava el sistema tributario, haciéndole perder su sentido, vigor y legitimidad.
Yo quisiera jueces preocupados no sólo de los intereses del fisco, sino también de los derechos de los contribuyentes, que no se vieran tentados a suplir las normas que no comparten, por su sentido de la justicia, que además mudan de tiempo en tiempo. Quisiera en cambio, magistrados apegados al principio de legalidad, que instaran con sus fallos a la reforma de todo lo que hubiera que cambiar.
Yo quisiera una autoridad tributaria volcada a preparar y auxiliar a los contribuyentes huérfanos de un sistema anterior, desconcertados y temerosos frente al creciente poder estatal. Quisiera un Servicio de Impuestos severo en el incumplimiento, pero también celoso y exigente de su propio comportamiento y de su apego a la legalidad.
Quisiera más derecho menos improvisación, más derecho menos conveniencia, más y más derecho y menos confusión.
