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50 años de la emblemática boutique:

Las manos detrás de Tai

martes, 06 de diciembre de 2016

Por Montserrat sánchez B.
Moda
El Mercurio

El taller Tai, frente al Parque Forestal, abrió en 1966 y revolucionó la moda santiaguina con su estilo autóctono y diseños inspirados en las culturas precolombinas. Esta es la historia de una boutique de tejidos que iniciaron tres mujeres y un joven diseñador llamado Marco Correa, cuyas creaciones se convirtieron en las primeras que apostaban por una moda auténticamente chilena.



Todo partió con el aviso de la venta de un taller de tejidos que Teresa Huneeus encontró en el diario. Comenzaba 1966 y ella simplemente buscaba una máquina para hacer tejidos y ayudar a la economía familiar. La idea era sencilla y sin pretensiones: tejer chalecos y venderlos. Pero el resultado fue otro. En ese taller de tejidos que estaba en un antiguo edificio de calle Merced, frente al Parque Forestal, se hilvanó uno de los proyectos de moda más interesantes y creativos de la historia de la costura nacional: la boutique Tai.

-Hicimos algo que era completamente original, distinto a lo que se estaba haciendo. Las señoras que estaban antes en el taller hacían trajes sastre, todo de un color, muy bonitos y bien hechos, pero fomes. Entonces nuestra idea era intentar hacer una cosa más creativa -dice hoy Teresa Huneeus, quien inició la boutique con otras dos socias: su amiga Blanca Ossa (quien era casada con el director de orquesta Fernando Rosas) y luego su cuñada Rebeca Izquierdo (quien murió hace unos años).

-Las tres nos encalillamos hasta las orejas, pedimos préstamos y nos hicimos cargo del taller con todos los operarios, tal como estaba -dice Teresa, quien está dedicada a su trabajo como psicóloga y vive en Cachagua hace una década.

Ninguna de las tres socias tenía conocimientos de costura, por lo que se centraron en hacer diseños de líneas clásicas, prendas más bien formales y neutras: ternos, pantalones, chaquetas, abrigos y faldas. Pero también probaron con bikinis. Todo principalmente con lana y también hilo en verano.

Teresa Huneeus recuerda:

-Aprendimos haciendo. Nos poníamos de acuerdo de si íbamos a hacer más trajes de dos piezas o más faldas o lo que nos parecía que se vendía mejor.

Durante el primer año no tuvieron ganancias. Solo reunieron el ingreso suficiente para pagar deudas. En 1967 cambió todo. Fue entonces cuando un joven diseñador de 25 años -que recientemente había creado el vestuario para un ballet de la coreógrafa Carmen Beuchat- llegó con una carpeta de dibujos. Su nombre: Marco Correa. Su propuesta convenció a las dueñas y la boutique dio un giro. Partió el cambio. Aparecieron vestidos con reinterpretaciones de grecas abstractas y túnicas con motivos precolombinos. Todas las prendas eran tejidas con lana, seda e hilo.

-Yo lo invité a trabajar con nosotras, porque tenía una idea de hacer algo más creativo, que era lo que nosotras queríamos. Él era el de las ideas. Confiamos totalmente -dice Teresa.

Fue el inicio.

Por esa época, el código de vestir de las chilenas estaba marcado por patrones extranjeros, especialmente por la moda francesa. Incluso en el circuito de boutiques que comenzó a surgir en Providencia, que vestían las jóvenes más aficionadas a las propuestas diferentes, las inspiraciones extranjeras dominaban. La idea de un estilo con raíces locales era impensable.
 
El nuevo concepto 

Marco Correa es considerado el primer diseñador chileno con un discurso propio y alejado de influencias foráneas. Con sus creaciones tejidas, de siluetas simples, pero bien adornadas con coloridos dibujos, aplicaciones, bordados y diseños de inspiración precolombina, cambió la costura local y cautivó a las mujeres que buscaban tendencias distintas. Las socias de Tai fueron sus aliadas.

-No queríamos copiar a los europeos, queríamos hacer algo propio -dice Teresa Huneeus-. Así surgió la moda latinoamericana, Marco hacía viajes por Latinoamérica y sacaba muchas ideas de las culturas y el arte, pero no copiaba, era una creación suya. Él era un gran artista, muy creativo.

Los diseños de Tai comenzaron a aparecer en todas las revistas de la época, que bautizaron su estilo como moda autóctona. El taller se convirtió en el punto de reunión obligado para las mujeres que buscaban lo último en tendencias.

-Fue la tienda más famosa que hubo y toda la ropa se hacía ahí, no era que compráramos en otra parte y la lleváramos para allá. No. Marco Correa la dibujaba y la hacían ahí. Era ropa moderna -dice Blanca Ossa, una de las socias, quien hoy vive en una residencia de adulto mayor y no recuerda mucho de la época. Su hija, Magdalena Rosas Ossa, de 56 años, recuerda que con sus hermanas solían ir los sábados en la mañana al taller:

-Íbamos mucho a la tienda, yo ahí aprendí a encandelillar, a hacer ojales, a hilvanar, a pegar botones, a cortar. Era una relación muy distinta del empleador-empleado que existe hoy.

Magdalena aún guarda su vestido de matrimonio civil que le hizo Marco Correa: de hilo con seda, es rojo y tiene bordes amarillos y verdes. Recuerda también que para una navidad su madre les regaló ropa hecha en Tai para sus muñecas. También tiene frescos en su memoria los momentos en que sus padres volvían de los viajes de trabajo de su papá, el director de orquesta Fernando Rosas:

-Mi mamá siempre llevaba ropa de Tai puesta a las giras de la Orquesta de Cámara de Chile y siempre llegaba comentando que le habían ofrecido comprársela en Europa.

Los desfiles

A fines de 1968, con el auspicio de la revista Eva, Tai realizó su primer desfile de moda en Drive In Lo Curro. Aunque en realidad, fue más que una simple presentación de modas: fue un evento que cambió el concepto de desfile como un aburrido evento social al que solo se iba a ver modelos caminar.

-Antes los desfiles eran de una fomedad espantosa. Con Marco poníamos música distinta para cada vestido y atrás proyectábamos imágenes. Eran desfiles de una producción impresionante -dice Teresa Huneeus.

Además de presentar sus diseños, que reinterpretaban elementos de culturas aborígenes chilenas y latinoamericanas, el show sorprendió con su puesta en escena: fue acompañado por música experimental y hubo coreografías creadas por el bailarín Hernán Baldrich.

Este tipo de espectáculo integral, que rompió esquemas y buscaba apelar a todos los sentidos, se repitió al año siguiente en La Casa de la Luna, una antigua casona en calle Villavicencio, detrás del actual Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), que funcionaba como punto de encuentro para la movida bohemia de la época. Nuevamente, la colección de vestidos, tan elegantes como autóctonos, sorprendió y el show fue acompañado de una presentación de mimos y proyección de cine.

-Había una orgánica, una sinergia entre el trabajo de Tai con las cosas que hacía la orquesta. Yo creo que nunca en Chile ha habido desfiles como los que se produjeron ahí. Eran espectáculos, no solamente desfiles con una pasarela con modelos. Fue bien rupturista. Eran súper avanzadas -recuerda Magdalena Rosas, hija de Blanca Ossa, refiriéndose a su madre y a sus dos socias.

El mismo año, Tai arrasó en el Festival Internacional de la Moda de Viña del Mar, que organizaba la Municipalidad de Viña del Mar y en que participaban las principales boutiques de Chile. De los 12 premios, la colección de Marco Correa ganó ocho. El diseñador también confeccionó el vestuario que la Miss Chile Mónica Larson llevó al concurso Miss Universo de ese año: un traje de huasa con pollera larga y negra, blusa blanca con puños y chaqueta corta con bordados.

Frente a este éxito, las socias de Tai enfrentaron una disyuntiva: crecer o seguir siendo una boutique pequeña. Teresa Huneeus lo explica:

-Nos decían que lo hiciéramos a gran escala y nosotras nunca quisimos hacer eso. Preferíamos que fuera exclusivo. Nuestra intención era ganar un poco de plata y hacer algo bonito. Si lo hacíamos a gran escala habríamos tenido que cambiar todo, era otro cuento para el cual no estábamos capacitadas.

La psicóloga cuenta que hace poco regaló un vestido de Tai que aún conservaba y que estaba como nuevo. La calidad, decían, no valía la pena ser sacrificada por hacer producción en masa.

Así lo recuerda Magdalena Rosas:

-Yo estuve ahí, no me lo contaron. Cada diseño era una obra de arte, un dibujo con colores y en una esquina le ponían los hilos que iban a ir en la ropa. Había dos tejedoras que tejían los hilos y tú podías ir y elegir el tipo de vestido, el tipo de material, te pasaban las lanas, los hilos, las sedas.

Nuevos caminos

En 1972, Tai realizó una exposición de su colección en el Museo Nacional de Bellas Artes, haciendo más claro aún el acercamiento que había entre el estilo que proponían y el arte. Justo después de eso, Marco Correa, que a estas alturas ya era socio de la tienda y estaba consagrado en la escena local, viajó a Madrid a probar suerte por una invitación del costurero Elio Berhanyer (discípulo de Balenciaga). Durante los tres años que estuvo allá, en Chile asumió Francisco Delgado como discípulo de Marco y diseñador de Tai, quien era amigo de la sobrina de Blanca Ossa.

-Tai era más que todo un taller, ahí se hacía de todo -recuerda Francisco-. Se partía desde la fibra, incluso teñíamos algunos colores. Era bastante experimental. Cuando Marco se fue, yo seguí usando todas las técnicas de su taller, que era un poco lo que daba la factura de la ropa Tai. El taller era muy diestro en eso, entonces costaba muy poco diseñar porque tú inventabas formas que sabías iban a quedar bien resueltas.

Reconoce que también le traspasó su propio estilo a la ropa:

-Comencé a hacer cosas un poco más de la línea de la pintura de Víctor Vasarely. Hacía cosas más geométricas también. Yo fui alumno de Matilde Pérez y también me influenció su arte cinético, la plástica de ese estilo, que yo también se la pasaba a los diseños Tai.

Cuando Marco volvió retomó su trabajo en Tai. En 1976, Teresa Huneeus se tituló de psicóloga y dejó la tienda para dedicarse a su profesión. Finalmente, Blanca Ossa quedó como la única dueña de la tienda. Tai solo duró un par de años más. El golpe militar, sumado a la apertura de los mercados, que provocó la llegada masiva de ropa barata, le dieron la estocada final a muchas de las boutiques nacionales.

Tai cambió su emblemática ubicación. Marco siguió trabajando ahí un tiempo, pero luego se acercó cada vez más al diseño para montajes teatrales o artísticos, hasta desligarse completamente de la tienda. Dejó atrás la industria de la moda, pero su impronta de haber sido el diseñador que -junto a las socias de Tai- creó las primeras colecciones que resaltaban lo nacional y autóctono perdura hasta el día de hoy. Medio siglo después.

"No queríamos copiar a los europeos, queríamos hacer algo propio", dice Teresa Huneeus, una de las socias de Tai.

"Nunca en Chile ha habido desfiles como los que se produjeron ahí", dice Magdalena Rosas, hija de Blanca Ossa.

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