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estrella de los Juegos Olímpicos 2016: Simone Biles

"Sin mi adopción, no sé qué hubiera sido de mí"

martes, 06 de diciembre de 2016

Por María Cristina Jurado
Entrevista
El Mercurio

Con una madre drogadicta y alcohólica, pasó su primera infancia en hogares sustitutos. Adoptada por sus abuelos, conoció su verdadero hogar en Texas, donde vive. A los 19 años, la gimnasta más condecorada en la historia de Estados Unidos, con un récord de 19 medallas de categoría mundial, habla en exclusiva de su libro, "Coraje para volar", de sus triunfos, de racismo y de su vida llena de matices.



-No puedo describir mi sensación cuando supe que había ganado 5 medallas en Río. Verdaderamente, no es un sentimiento que pueda poner en palabras. Solo recuerdo que mi mamá me dijo que siempre debía salir al mundo e intentar ser la mejor Simone que yo pudiera en cada competencia. Para mí, estos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro no fueron diferentes. Cada vez que tuve que salir a la pista olímpica, di lo mejor de mí. Y cada vez que entré en competencia, solo competí conmigo misma. Aprendí que nunca he tenido el control de la performance de los demás. Siempre he sabido que solo soy capaz de hacer yo lo mejor que puedo. Eso no se me olvida.

Antes de ser convocada a los Juegos Olímpicos de 2016, antes de convertirse en una imagen célebre en los cinco continentes, mucho antes de subirse al podio para ser aplaudida por 33 millones de personas a través de la televisión y las redes digitales -una cifra que reveló NBC- y antes de desplegar sus saltos artísticos en el país más grande de América del Sur, Simone Arianne Biles, quien nació en Ohio pero se crió en Texas, ya tenía a su haber catorce medallas de categoría mundial, diez de ellas de oro. Hoy tiene 19 preseas y 14 de ellas son de oro. Mucho antes de conocer Río de Janeiro -la sede olímpica en 2016- ya había ganado tres campeonatos mundiales consecutivos, la única gimnasta en el mundo con ese récord. Y el 21 de agosto, después de que todo terminó, con su metro cuarenta  y cinco de estatura, y escasos 47 kilos, Simone pasó a la historia como la primera mujer en portar la bandera de Estados Unidos en una competencia olímpica, un honor que le confirió el equipo de su país.

A cuatro meses del principal triunfo en su carrera deportiva y, cuando ya el brillo de los reflectores se apagó, Biles goza de tiempo libre por primera vez en años. Duerme, va al cine, ve a sus amigos y hasta sale a bailar, alejada de sus tiránicas rutinas. Recorre Estados Unidos para hablar de su libro, coescrito con Michelle Burford, "Coraje para volar", editado por Zondervan/Harper Collins. Una autobiografía muy personal que relata su vida, que no siempre fue amable. Un registro íntimo que retrata su infancia en manos de madres sustitutas, su desarraigo, sus días de hambre y soledad y la inseguridad psicológica que le provocó una progenitora desequilibrada y drogadicta que, a pesar de sus esfuerzos, no se recuperó. Un relato que incluye también una redención: la del amor de sus abuelos maternos en Texas. Pensado y escrito desde su casa en el pueblo de Spring, donde vive hoy junto su hermana menor, Adria, el libro se lee como una reflexión sobre sus dificultades, desafíos y sus éxitos deportivos, una historia que dio forma a lo que Biles es hoy.

Desde su pueblo de 56 mil habitantes, a 40 kilómetros de Houston, explica:

-Escribí "Coraje para volar" porque yo sabía que habría mucha gente queriendo conocer mi historia y quise que les llegara desde la fuente principal, que era yo misma. No quise que el mundo especulara con mi vida. La experiencia de tener que escribir capítulos de mi biografía para después publicarlos, me forzó a ordenar mis recuerdos. Repasé toda mi existencia. Y la escritura terminó por ser un ejercicio que me sirvió como ser humano. Solo espero que mi relato sea una inspiración para otros.

-Revisando su vida, ¿qué momentos o qué decisiones podrían ser un ejemplo para otros?

-Si somos honestos, tenemos que reconocer que todos guardamos el sueño de ser los mejores del mundo, sobre todo, cuando somos jóvenes. Desde chica yo hojeaba revistas de gimnasia y me imaginaba siendo tan buena como esas niñas que saltaban: esas revistas fueron mi gran fuente de inspiración. Pero a medida que crecí en el deporte, me di cuenta de que tenía que esforzarme para llegar a mi máximo como atleta. Tenía que ser lo mejor que yo pudiera. Por eso, hoy sé que el mundo no se acaba si uno no saca el máximo puntaje en una prueba o en un aparato gimnástico. Uno tiene que saber que todo está bien mientras uno haya dado todo de sí mismo. Después de lo que he vivido, ese es mi mensaje.

-Después de los Olímpicos de Río de Janeiro, usted se convirtió, con 19 años, en la gimnasta más condecorada en la historia del atletismo estadounidense. ¿Cómo se siente un récord así?

-Yo sé que es un triunfo verdadero, pero reconozco que hay días en que me cuesta creerlo. Para mí, Río fue un sueño hecho realidad. Todavía recuerdo ese día cuando estaba sentada en el avión, justo antes del despegue, y yo pensando "¿De verdad vamos a Río? ¿De verdad yo voy a Río?". No voy a olvidar jamás la emoción que sentí cuando con nuestro equipo ganamos ese oro. También, el momento en que me di cuenta de que, además, yo ganaría la medalla de oro por desempeño general. ¡Es que teníamos un equipo tan sensacional! Y uno que estuvo siempre unido. Haber sido elegida para portar la bandera estadounidense fue increíble, una experiencia mucho más emocional de lo que nunca imaginé.

La medalla de oro por su desempeño la ganó Biles con una apuesta histórica de destreza, que incluyó saltos en caballete, barras asimétricas, viga y piso. En "Coraje para volar", Mary Lou Retton, la primera norteamericana que ganó una medalla de oro por competencia general en los Juegos Olímpicos en Los Angeles en 1984, evalúa:

-Ahora todos saben lo que vi en Simone en 2009. Que ella es una de las grandes atletas de todos los tiempos. En Río, se las arregló para permanecer tranquila en medio de una tormenta de exigencias mediáticas. Resistió el bombo. Simplemente, salió a la arena e hizo su pega. Y no dejó que la marea de su desafío la aplastara.
 
"Soy negra y orgullosa"

La historia de Simone Biles, teñida de abandono, pobreza y una cuota de amor incondicional, fue la responsable de que, en una carrera atlética que comenzó a sus seis años, en un recinto de entramiento escolar en Texas, la condujera a un nivel de performance que ha modificado los parámetros de la gimnasia artística actual.

Desde niña tuvo una historia particular. En su libro recuerda anécdotas. Cuando ella tenía siete años y su hermana Adria, cinco, escuchaba de labios de un integrante de su familia que la llevaba al colegio una canción de James Brown de 1968 que la marcó. "Say it loud: I'm black and I'm proud" -"Díganlo fuerte: soy negro y estoy orgulloso"- oían, como letanía, de su medio hermano Adam, camino a sus clases.

-Mientras íbamos al colegio nos decía que cantáramos con él y no nos dábamos bien cuenta de su objetivo: Adam quería inculcarnos el orgullo desde muy chicas.

-A su edad, ¿ha sentido el racismo en su país? ¿Se ha sentido discriminada?

-Cuando escucho comentarios racistas hago lo posible por enfrentarlos con dignidad. En general, provienen de la ignorancia y la incomprensión. Pero claro, en el fondo, me hieren. No creo que nadie deba ser juzgado por su color de piel, su tipo físico o su peinado. Pero he llegado a desarrollar el perdón cada vez que alguien me hiere: no hace bien ser rencoroso. Yo trato de verme y de ser lo mejor que yo puedo todos los días, y eso es todo lo que puedo hacer. Nunca aceptaré que una persona o un grupo de personas me dicte qué hacer con mi vida. Solo yo sé cómo quiero vivir, quién soy y qué es lo que me define.

Pero la seguridad con que Biles habla hoy no estuvo siempre presente. Su infancia fue un remolino de incertidumbres. Nació el 14 de marzo de 1997, en Columbus, Ohio, en el medio oeste de Estados Unidos, la tercera hija de una mujer joven que, pronto, cayó en drogas y alcoholismo. Cuando la menor de la familia nació, en 1999, los niños Biles eran cuatro: Ashley, Tevin, Simone y Adria. La madre, Shanon, fue incapaz de hacerse cargo. Dice Biles en su libro: "No recuerdo mucho de mi vida con Shanon. Pero sí recuerdo haber jugado con un gato al que todos alimentaban. En esa época nosotros pasábamos mucha hambre y yo me enojaba por eso con el gato". La gimnasta recuerda haber desayunado cereal con agua porque en la casa no había leche.

La situación hizo crisis -cuatro niños, entre cuatro meses y siete años, con hambre y frío- y los vecinos dieron la alarma. De la mano de autoridades de la ley en Ohio y, a sus tres años, Simone y sus hermanos desembarcaron en un hogar sustituto. A ella no le importó mucho: en casa de Doris y Leo su comida estaba asegurada y había más niños para jugar.

Pronto, comenzó a brillar su buena estrella.

Después de unos meses, su abuelo materno, Ron Biles, apareció en Columbus para llevarse a los cuatro niños a Texas, donde vivía con su segunda mujer, la enfermera Nellie. Con los años, Ron y Nellie Biles adoptarían legalmente a las dos niñas menores: para Simone y Adria, fue la salvación definitiva. Hoy son sus padres y artífices de la familia donde floreció el talento de la gimnasta. Gracias a la adopción, ambas heredaron dos nuevos hermanos: los dos hijos que Nellie tuvo de su primer matrimonio, Ron y Adam.

Los hijos de Shanon corrieron distinta suerte. Mientras las dos menores se quedaron en Texas, Ashley y Tevin nunca quisieron estar muy lejos de su madre biológica y volvieron a Ohio: las autoridades decidieron que serían adoptados por una tía en Cleveland.

Aun hoy, Simone Biles recuerda que, a pesar de los intentos, Shanon nunca logró de nuevo vivir con todos sus hijos en Columbus: cada vez que lo intentaban, ella fallaba el test de drogas.

Desde que la gimnasta y su hermana menor convirtieron al pueblo de Spring, Texas, en su hogar, comenzó la que sería la carrera deportiva de Simone. A los seis años, y por casualidad, una entrenadora escolar la vio saltando y se dio cuenta de su raro talento natural. La historia de sus formaciones sucesivas, hasta alcanzar el equipo nacional estadounidense de gimnasia rítmica, y sus triunfos en un decenio dan cuenta de un empuje marcado por el coraje y la resiliencia.

Dice Simone, al recordar su infancia y su proceso de adopción:

-Ser adoptada por mis padres es una de las cosas más importantes que jamás me ocurrió. Recuerdo haber sentido afecto por mi madre biológica y mis hermanos mayores cuando vivíamos en Ohio. Pero nunca me gustó el que no supiera qué me sucedería al día siguiente, si íbamos a tener comida o no, si una vez más llegaría la asistente social a nuestra casa. Y, cuando vivimos en hogares sustitutos, yo siempre sabía, aunque tuviera cinco o seis, que todo eso era temporal.

-¿Cómo la afectó esa precariedad?

-Me convertí en la protectora de Adria y aun lo soy, después de todos estos años: yo quería que ella se sintiera segura y feliz y que nunca tuviera las preocupaciones que yo tuve en mi infancia. Por eso, el día en que supe que íbamos a ser adoptados por nuestros padres, fue como si la vida me sacara un gran peso de encima. Ya no tenía que sentir ansiedad, porque ya tenía un hogar. Podía confiar en mis papás para cuidarme y guiarme. Ahora por fin tenía el derecho de ser una Simone feliz e hiperactiva. Esa estabilidad fue muy importante. Sin mi adopción, no sé qué hubiera sido de mí.

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