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La historia y el pianista José González Ramírez:

En el tradicional "Cinzano" se escuchan los últimos sones de la vieja bohemia porteña

domingo, 23 de octubre de 2016

MAURICIO SILVA
Nacional
El Mercurio

Luego de la muerte de su cantante típico, cuando el bar cumple 120 años, "Pollito" es el único exponente de la época dorada de Valparaíso.



Sus dedos se deslizan aún ágiles sobre el teclado. El rostro serio de José Humberto González Ramírez contrasta con el jolgorio con que su público, de edades y apariencias diversas, corean el "Chipi- Chipi" o alguno de los hits de la Nueva Ola, que interpreta su hija Myriam Auristela.

Jóvenes "gringos", turistas argentinos, profesionales santiaguinos y parroquianos locales atiborran en otra noche de viernes las viejas mesas y la barra del local, que conserva su aspecto centenario.

El pasado día 13, el "Cinzano" cumplió 120 años. Para celebrarlo, sacó su espectáculo de música a la esquina de Esmeralda y Cumming -junto a la Plaza Aníbal Pinto- en el corazón mismo de la ciudad de Valparaíso, donde está ubicado.

La celebración tuvo una ausencia sentida: días antes, el 1 de octubre, había muerto Manuel Fuentealba, su cantante por tres décadas.

En 2001, el bajista del grupo musical "Los Tres", Roberto "Titae" Lindl, quiso dejar un registro histórico. Llevó a un estudio de grabación a las viejas glorias del "Cinzano" y grabó con ellas dos discos, que recrean la música que ofrece el centenario bar.

Pocos años después, falleció la emblemática cantante Carmen Corena. Del grupo que participó en la grabación, solo sobrevive González.

Una época ida

De sus 81 años, "Pollito" González ha pasado 65 sobre los escenarios porteños, desde que a los 14 años abandonó el colegio para tocar, en 1951, en las quintas de recreo de San Roque.

Él ha sido testigo y actor de la bohemia tradicional del siglo XX en Valparaíso, aquella que entre los años 40 y 70 "dio su sello a la rutina de la ciudad como capital de la vida alegre, ambiente nocturno, fiesta diaria y de madrugada", dice el director de la escuela de Periodismo de la UCV, Fernando Rivas.

Inició su carrera en el desaparecido American Bar, en calle Clave con Cochrane, cuyo portero invitaba a disfrutar de sus espectáculos nocturnos con la muletilla: "American Bar, su casa". "Comencé a tocar acompañando a Pepe Frías y al sureño Juanito Orellana. Ahí agarré el acordeón", relata "Pollito" González

A él se le ilumina la cara al recordar la agitada vida que entonces convertía las noches porteñas en día, con los cabarets "El Manila", "El Hollywood" y el "Café Checo", en El Almendral; y el "Yako", "Las Cachás Grandes", "La Caverna del Diablo", hacia el puerto, donde estaba el mítico prostíbulo "7 Espejos".

Con Carmen Corena y su cuñado Alfonso Díaz habían formado un trío que pasaba sin dificultades de la música folclórica, al foxtrot, del chachachá a la Nueva Ola. Tocaban en "Lo de Pancho", cada cual con décadas en lo suyo, cuando en 1987 resolvieron unirse al "Cinzano".

El local, nacido en 1896 como bar y pulpería, hacia 1915 pasó de llamarse "El Sin Bombo" a su actual nombre, en virtud del cartel publicitario de una marca de licor instalado en su frontis, explica su actual dueño, Pablo Varas. Ubicado cerca del barrio financiero y de "El Mercurio" de Valparaíso, en su época de esplendor atraía a una bohemia más intelectual, que hallaba en su sala un espacio para la discusión y la creatividad.

Una época que no pudo ser terminada del todo por los toques de queda del gobierno militar. "Empieza a revivir lento en los 80 y el regreso a la democracia. 'Cinzano' es un eslabón perdido entre la vieja y la nueva bohemia, con tangos, boleros y shows musicales de parrillas de los años 40 y 50", dice el periodista especializado en espectáculos Francisco Núñez.

Para el publicista César Morales, autor de un documental sobre el "Cinzano", se trata de una bohemia más conversada y familiar que la de avenida Errázuriz o subida Ecuador, donde los jóvenes buscan desestresarse.

En este sentido, para Fernando Rivas, "Pollito" González "representa la bohemia de transición, que superó las restricciones nocturnas para empalmar después con la bohemia alternativa y comercial. Del turista santiaguino que se embelesa con los tangos y los valses peruanos".

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