Poco convencional fue el debate presidencial del martes en Estados Unidos. No podía ser de otra manera si Donald Trump estaba en el escenario. Y aunque Hillary Clinton conocía muy bien el papel que debe jugar un candidato en el set televisivo -más todavía cuando se sabía que iba a romper el récord de audiencia, la que superó los ochenta millones de espectadores-, tuvo que salirse de la formalidad para responder a más de una pregunta o comentario insidioso del aspirante republicano, con una cuota de humor y a veces una carcajada llena de sarcasmo. Este es el nuevo estilo de las campañas presidenciales. Atrás quedan los candidatos que se aprenden de memoria un libreto y un programa articulado, que busca cautivar a votantes racionales. Trump ha impuesto su estilo populista, provocador, rupturista y mediático y cualquiera que compita con él debe ponerse a tono. Lo nuevo, y no siempre deseable, es que los candidatos busquen llegar al corazón, a las emociones del elector, y no tanto a su intelecto. En el resbaloso terreno de la campaña política, con una competencia tan estrecha, seis semanas antes de que los votantes marquen su preferencia, cualquier error se puede pagar caro. Con todo, Hillary Clinton no se compró el cuento completo de la nueva política, e intentó mostrar su perfil más "presidenciable", y desde una perspectiva bastante de izquierda, entregar ideas y políticas posibles, soluciones para los problemas, sin llegar a dar lecciones de gobierno, lo que en las nuevas estrategias comunicacionales se considera una pedantería inaceptable. Trump atacó, a veces sin fundamento, y más de una de sus aseveraciones fue desmentida por Hillary, el moderador y, más tarde, por los encargados de chequear datos. El millonario perdió oportunidades para poner en aprietos a Hillary, y tuvo que ponerse a la defensiva cuando ella contraatacó en flancos clave como el de su declaración de impuestos, su racismo o la discriminación de las mujeres. Su peor momento fue cuando demostró no saber nada de estrategia nuclear, una falta grave en alguien que aspira a tener el control del "botón rojo". En el debate es donde se notó que prepararse es indispensable para tener un buen rendimiento en un pugilato de estas características. Medido con fórmulas convencionales, muchos piensan que Hillary ganó el combate, pero cada vez más los analistas hacen una diferencia entre lo que parece un buen desempeño ante los ojos de los tradicionalistas y lo que hoy un electorado apático o muy crítico de los políticos "profesionales" quiere ver en su candidato. En una carrera tan estrecha como la que termina en noviembre, y considerando que los debates no cambian significativamente las tendencias que muestran los sondeos, los próximos del 9 y 19 de octubre pueden traer sorpresas.