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Presidente Santos y las FARC firman mañana histórico acuerdo:

Los desafíos que aparecen sobre el posconflicto en Colombia

domingo, 25 de septiembre de 2016

Juan Pablo Toro V.
Internacional
El Mercurio

La implementación de la paz puede tomar una década, ya que una cosa es poner fin a la guerra y otra romper los ciclos de violencia que han marcado la historia de este país.



Existe una disciplina única creada en Colombia en materia de estudios sociales y cuyo nombre habla por sí solo: "La violentología". Sociólogos, economistas, cientistas políticos y periodistas que se han dedicado por décadas a estudiar por qué la historia de este país está marcada por los conflictos internos acaban convirtiéndose en "violentólogos".

La inminente firma de la paz entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mañana lunes, sin duda abrirá una nueva etapa en el país, ya que esta confrontación en particular ha tomado 52 años, asumiendo como su punto de inicio la creación de esta guerrilla. Pero que el Presidente Juan Manuel Santos haya proclamado que la "guerra ha terminado" esta semana ante la Asamblea General de la ONU no significa necesariamente que se acaban muchos desafíos para Colombia, sino que más bien que parten otros nuevos.

Si algo ha enseñado la "violentología" local, es que incluso después de procesos de negociación exitosos y amnistías de combatientes, el período que sucede a la guerra es tan complejo como inestable. Porque en el llamado posconflicto es donde realmente se conoce el costo real para la sociedad de la paz, en términos económicos y de justicia. Y generalmente eso depende de la posición del beneficiado directo.

"La iniciativa de paz actual es lo correcto y en el momento correcto. Desde una posición de fortaleza, el gobierno puede acabar con la violencia", dice a "El Mercurio" Paul Collier, académico de Oxford que ha estudiado los vínculos entre economías y guerras internas.

Para el colombiano común, la paz podría entenderse como la reducción de la violencia política. No más: secuestros, asesinatos, atentados o reclutamientos de menores. Todo lo cual tiene que derivar en una mejora de la seguridad en las zonas rurales. Porque en las ciudades, donde vive el 75% de los 48 millones de los colombianos, la baja de homicidios y plagios se viene dando hace una década.

Para el gobierno de Santos, la paz es la validación del Estado como único actor capaz de encerrar y gestionar las aspiraciones de la nación. Esto implica crear las condiciones para que los insurgentes que entregan los fusiles no vuelvan a empuñarlos. Y de ahí el excesivo detalle del acuerdo de paz de 297 páginas, donde se establecen las penas alternativas para los insurgentes que confiesen sus crímenes, los sueldos que recibirán los primeros años como civiles o las tierras que se repartirán entre los campesinos que vivían en zonas rebeldes.

Y para la guerrilla marxista y bolivariana, la paz significa su salto a la política y la promoción de sus demandas sociales en la agenda pública.

"Ganamos porque hemos abierto una brecha. ¡Por supuesto que ganamos!", dijo esta semana a AFP la guerrillera Sandra Ramírez, viuda del emblemático "Tirofijo", fundador de las FARC.

Una opinión que contrasta con la del general Alberto José Mejía, comandante del Ejército, que en una entrevista al diario madrileño El Mundo afirmó: "Hemos ganado la guerra contra las FARC. Sin nosotros, no se hubiesen sentado a negociar".

La tarea de Santos en este sentido es clara: instalar una noción común de posconflicto, a la vez que se desarma a la guerrilla y se les da una alternativa productiva a 7.000 insurgentes con experiencia en el manejo de actividades ilegales como el narcotráfico y las extorsiones, y que pasaran al anonimato ciudadano, dejando atrás el estatus que da portar un fusil en el campo.

Hoy los nubarrones que se ciernen sobre el posconflicto se centran en cuatro puntos.

El factor del ELN

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla del país, que cuenta con unos 2.500 combatientes, sigue activo, y el diario El Tiempo, citando informes de inteligencia y reportes de autoridades locales, advirtió que algunos frentes de esta organización ya se están moviendo a zonas que eran de las FARC.

El actual subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila, sostuvo que el país tendrá una "paz coja" mientras no se sume el ELN, por lo cual el del lunes no es el "punto cero" que necesita Colombia para comenzar de nuevo.

"Lo que da miedo es que pase lo que siempre pasa en este país, y es que un proceso de paz es la puerta a otro conflicto armado", dijo Ávila a DPA.

Aunque también cabe la posibilidad de que con las FARC en proceso de desarme, el izquierdista ELN busque una rápida salida política, ya que le caerá todo el peso de las Fuerzas Armadas.

¿FARCRIM?

La historia advierte que el promedio mundial de ex combatientes que vuelven a las armas o de los que deciden quedarse fuera de los diálogos está entre el 10 y el 30%. Por eso la pregunta clave es cuántos miembros de las FARC regresarán a la lucha o a delinquir.

Un indicio lo dio en julio el Frente Primero Armando Ríos, que con entre 200 y 400 combatientes cuestionó las negociaciones de paz. Según el abogado comunista español que asesora a las FARC, Enrique Santiago, los mandos de ese frente, muy cocalero, fueron cambiados y quienes se oponían fueron removidos.

A su favor, esta guerrilla tiene la característica de ser una organización muy disciplinada, algo que ha incidido en su supervivencia. En contra, es la existencia de rentables industrias ilegales en Colombia, como el narcotráfico y la extracción clandestina de oro. A esto último se dedican las bandas criminales, muchas integradas por ex paramilitares desmovilizados.

Clave para el éxito del proceso de paz es implementar un plan de reinserción a la vida civil efectivo, pero también identificar y castigar a los eventuales saboteadores internos y externos de la paz.

El periodista Steve Dudley, que escribió el libro "Walking Ghosts", sobre el intento fallido de las FARC de formar un partido político en los años ochenta, reconoce que la guerrilla puede tener miedo a que no funcione la paz y ser barrida del mapa.

"La violencia política no está en la escala de entonces, y afortunadamente están entregando las armas, al contrario de lo que pasó en procesos de paz anteriores", dice Dudley a "El Mercurio", quien dirige el think tank Crime InSight.

Financiar la paz

Nadie sabe a ciencia cierta cuánto costará la paz. Crear una nueva arquitectura política, social, económica y de seguridad que permita romper con los ciclos de violencia es caro.

Julian Hottinger, experto suizo que participó en las negociaciones del acuerdo de paz, lanzó un cifra que deja mucho que pensar, sobre todo para una economía que se desacelera por el derrumbe de los precios del petróleo, principal fuente de divisas.

"Para aplicar el proceso de posconflicto durante diez años se necesitarán 31.000 millones de dólares. Es una cifra descomunal, y obviamente no podrá ser asumida por un solo país; habrá que ver cómo se reparte", aseveró Hottinger esta semana ante la prensa en Berna.

Uno de los tantos argumentos de Santos para apoyar el acuerdo de paz son los dividendos que trae. El Departamento Nacional de Planeación estima que la economía debería registrar un crecimiento adicional de entre 1,1% y 1,9% del PIB, por nuevas inversiones y la explotación de territorios subutilizados o no utilizados por el conflicto (muchos minados).

La Corporación Andina de Fomento, Estados Unidos -histórico financista del Plan Colombia contra las drogas-, la Unión Europea y países individuales ya han prometido más de US$ 3.000 millones en total. Pero aun así, eso no se acerca a la cifra mayor. La sola reparación a las víctimas de un conflicto que dejó 220 mil muertos y seis millones de desplazados puede ser infinita.

El plebiscito

El próximo domingo, los colombianos deberán responder en un plebiscito si aprueban o rechazan los acuerdos de paz firmados entre Santos y las FARC. Para ser visados requieren de la aprobación de apenas 4,5 millones de votos de los 35 millones de personas habilitadas para sufragar, todo mediante una sola pregunta.

De ahí las críticas de la oposición liderada por el ex Presidente Álvaro Uribe, que quiere un "No" para renegociar lo pactado con las FARC, en particular concesiones excesivas; como la entrega de 10 escaños en el Congreso y que sus comandantes acusados de crímenes de lesa humanidad no vayan a la cárcel tras confesar sus delitos.

Aun así, hay pocas dudas del resultado. Todas las encuestas pronostican que ganará el "Sí" de forma contundente, y Colombia avanzará hacia la paz, mientras Santos habrá cumplido su promesa de campaña y ganado su paso a la historia. Pero una cosa es conseguir el meritorio silencio de los fusiles de las FARC y otra es guiar al país en sus últimos dos años de mandato hacia un posconflicto perdurable. Y de paso cerrar la fructífera veta de la "violentología".

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