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EL PUGILISMO NACIONAL INTENTA REVERDECER LAURELES TRAS DÉCADAS DE OSCURIDAD:

"Aguja" González, el abanderado de la generación que lucha por el renacer del boxeo chileno

domingo, 25 de septiembre de 2016

Rebeca Ampa
Deportes
El Mercurio

El Teatro Caupolicán albergó una velada en la que el campeón latinoamericano supermosca de la AMB confirmó su cartel de máxima esperanza local del deporte de los puños. Su historia de combos, drogas, puñaladas y redención grafica las dificultades de un grupo que busca abrirse paso en el ring.



"Cintura, 'Aguja', cintura", le gritan constantemente desde su esquina al chileno Miguel González, la noche del viernes pasado, en el Teatro Caupolicán, donde derrotó por decisión unánime al argentino Carlos "Bad Boy" Ruiz, para retener así su corona como campeón latino supermosca de la Asociación Mundial de Boxeo.

La instrucción es precisa en el argot del pugilismo: hay que moverse para no ser blanco fácil. Y esa ha sido una de las fórmulas del peleador, de 27 años, para ir escalando en el profesionalismo.

González es el único chileno en el "top ten" planetario de alguna entidad reconocida. Desde diciembre de 2015 figura sexto de la AMB en la categoría de hasta 52,163 kilos, y hoy tiene una envidiable foja de 25 triunfos y apenas una derrota. No es un pegador por excelencia (suma apenas 5 KO), pero su paulatino ascenso constituye un soplo de aire fresco para una actividad sumida en una profunda crisis desde hace décadas. Este año, precisamente, se cumple un cuarto de siglo de la muerte del boxeador David Ellis, que terminó por oscurecer aún más el panorama. Así, después de años de ostracismo, "Aguja" es el líder de una nueva camada de hombres que buscan renovar la disciplina y abrirse paso a punta de puñetazos, como Ángelo "Bombardero" Báez, Robinson "Ray" Laviñanza, Óscar "La Máquina" Bravo, Gonzalo "Maravilla" Fuenzalida y José "Pancora" Velásquez (ver recuadro).

El camino de "Aguja" no ha sido sencillo. De madre argentina y padre chileno, nació y vivió durante sus primeros años en Renca. Y siendo muy chico se mudó al otro lado de la cordillera. "Tenía cuatro años cuando llegamos a vivir al barrio de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires. Cuando cumplí seis, mis padres se separaron, por lo que mi papá se volvió a Santiago, y junto a mis dos hermanos nos quedamos viviendo allá, con mi mamá", rememora González.

"Cuando tenía casi 10 años vinimos para Santiago de vacaciones con mis hermanos, pero terminamos quedándonos, porque mi papá se negó a firmar la autorización para que volviéramos. Él decía que ya habíamos sufrido mucho allá viviendo en un barrio peligroso y que acá tendríamos mejor futuro", añade.

Pero en Chile tuvo un violento aterrizaje: "Mi padre nos matriculó en el colegio, y en el primer día me peleé altiro con un compañero, que me molestaba porque hablaba como argentino. Mientras que en Argentina me fastidiaban diciéndome todo el rato 'Chile'... Luego vino mi mamá. Por nosotros, creo, trató de arreglarse con mi papá y nos fuimos a vivir a la población Miraflores, en Renca, que es muy problemática. Hasta que mataron a un hermano de ella en Buenos Aires, y se fue para no volver.

Errores que cuestan caro

Su vida, confiesa, cada vez se tornaba más difícil. "Me empecé a meter en problemas, caí en el mundo de las drogas, llegué a venderlas, incluso, hasta que cuando tenía 14 años me acuchillaron", detalla. Y se sonroja: "Me da vergüenza hablar de ello, porque ahora trato de ser un ejemplo, sobre todo para los niños, pero me equivoqué. No sé si fueron las malas juntas o por huevón, no más, porque mi papá siempre trabajó para que no nos faltara la comida", añade.

Las tres cicatrices que hay en su torso le recuerdan esos errores de adolescente: "Estuve grave en el hospital durante nueve días, pero cuando salí me juré que 'nunca más', y al poco tiempo un amigo, del que siempre viviré agradecido, me trajo al Club México, y mi vida cambió".

El púgil, quien hoy hace clases a niños y adolescentes en el popular club de la calle San Pablo, dice que nunca dejará de valorar todo lo que hicieron ahí por él. "Le debo mucho al club. Acá entreno, trabajo y debuté como profesional a los 20 años. Ahora recibo 'ayuditas' de amigos y pequeñas empresas, que en conjunto forman mucho. Unos me contribuyen con los suplementos alimenticios, otros con las zapatillas", precisa, mientras se acercan sus alumnos, en los que se aprecia una gran diversidad cultural: "Hay peruanos, colombianos, venezolanos y obvio que también chilenos", sostiene.

Al México también le debe el apodo. Así le puso el dirigente Luis Valenzuela, "por ser flaquito y cabezón, aunque otros me han dicho que podría ser porque 'joteaba' mucho a las mujeres", dice el boxeador, cuyo entrenador es el experimentado Iván Corral.

Visa para un sueño

"Aguja" sabe que el tiempo pasa rápido: en diciembre nacerá su primera hija, a quien llamará Maura y será su principal motivación para intentar dar el gran salto. "En Chile faltan más sparrings , por eso me gustaría tener la oportunidad de irme a entrenar afuera. Tengo que salir para subir de nivel. Irme a EE.UU. sería un sueño. En países vecinos, como Perú, ha funcionado esa fórmula y ya están consiguiendo resultados. Incluso uno (Carlos Zambrano, campeón mundial interino pluma de la AMB) fue captado por el team de Floyd Mayweather. Qué lindo sería".

"Al ser sexto en el ranking de la AMB, ya puedo retar al campeón mundial (el panameño Luis "Nica" Concepción), pero debo prepararme más, me falta más roce internacional. Pero es un objetivo a mediano plazo pelear con él por el título, pero todo se lo dejo en manos de mi mánager".

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