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Viviendas sociales y "ciudades satélite":

Lograr la reintegración de los suburbios que permanecen desconectados

domingo, 25 de septiembre de 2016


Reportajes
El Mercurio




Son 38.770 familias las que viven hoy en campamentos en todo el país, según el último informe de Techo Chile que, además, reveló que en los últimos cinco años han surgido 88 nuevos asentamientos de este tipo y que en total llegan a los 660. Dos de los más importantes están en la Región Metropolitana, en las comunas de Lampa y Colina.

¿Es posible esperar que este fenómeno siga en crecimiento en 2020? Según los expertos, uno de los pocos avances urbanos que Santiago y Chile han experimentado en las últimas décadas es en el ítem de la calidad de las viviendas sociales, que han mejorado en servicios y tamaño.

Si bien se cree que el factor calidad puede ayudar a motivar la "paciencia" de la gente, los especialistas consultados consideran que hay un riesgo de que en 2020 al menos se mantenga el número de campamentos, porque podrían aumentar las tomas ilegales de terrenos.

Hay dos factores que influyen en esto. El primero es un problema que no ha tenido solución para ningún gobierno: la tardanza en la construcción de las viviendas, que hace que los beneficiados puedan esperar incluso décadas en los casos más extremos.

"Cada vez es más lenta la construcción. Esto pasa porque cada vez es más la demanda y es más difícil conseguir los terrenos porque están más caros. Además, cada vez es más común que haya rechazo de las comunidades residentes a ubicar un proyecto de vivienda social ahí", explica Iván Poduje. Un ejemplo de esto es lo sucedido el mes pasado en la comuna de Maipú, cuyo concejo municipal bloqueó la instalación del proyecto de vivienda social "Flor del Valle", luego de que los vecinos reclamaran porque los futuros habitantes venían de campamentos y según ellos traerían inseguridad al barrio.

El segundo factor, según los entendidos, es que las soluciones habitacionales construidas en el pasado, alejadas de los servicios básicos y del resto de la ciudad, están generando segregación e inequidad, además de estar al final de su vida útil.

"Al estar tan alejadas de los núcleos urbanos, estas soluciones no se pueden mejorar. Se arregla la casa, quizás, pero no el espacio público ni los servicios ni el entorno. Finalmente solo se genera más desigualdad", explica Jonathan Barton.

Para Poduje, este es un problema muy complejo de resolver, pues requiere "despoblar", precisamente lo contrario a lo que buscan quienes no tienen una casa. "Esos lugares están muy deteriorados, hay un problema de hacinamiento. La solución es demoler, pero con un proceso de asistencia y acompañamiento integral que no se ha llevado a cabo hasta ahora", explica.

Claro que el aislamiento no es solo un problema para los estratos más bajos. La extensión de la ciudad ha hecho que incluso las clases más acomodadas hayan "colonizado" lugares alejados, como es el caso de Chicureo, que para Cristián Boza "no es ciudad, sino una medina árabe, aislada, sin historia, sin orden ni comunidad". Pero el real problema es que, al carecer esos sectores de conectividad a través del transporte público, se aporta más al aumento del parque automotor.

"El desafío de Santiago es cómo acomodar el crecimiento en densidad. Debiera acomodarlo en torno a los ejes de transporte que tienen más capacidad, y ese es el Metro. Para 2020 es urgente una política para densificar los corredores de metro y que más gente pueda vivir cerca de las líneas", dice Poduje.

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