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Ficción y realidad:

La geografía literaria de la migración en América Latina

sábado, 24 de septiembre de 2016

GASPAR RAMÍREZ
Internacional
El Mercurio

Desarraigo, nostalgia, peligros y violencia son algunos de los sentimientos y experiencias que inspiran a algunos escritores de la región.



Dejar el país por trabajo (o por falta de), por dinero, por educación, por persecución política, para encontrarse a uno mismo o para huir de uno mismo. Migrar. Palabra de moda que suena a amenaza en el Estados Unidos hipotético de Donald Trump, y a esperanza de remesas y de un futuro mejor en gran parte de la tierra al sur del río Bravo.

Pero las migraciones americanas no son solo norte-sur: También son sur-norte, este-oeste, transatlánticas, transpacíficas. Y todas, o muchas de ellas, con su correspondiente relato literario en un continente que está en movimiento. Novelas y cuentos de peruanos en Noruega, argentinos en Berlín, cubanos en Florida, salvadoreños en el DF o centroamericanos en el sur de México.

"Le narró historias de migrantes crucificados en postes de luz, cuerpos sin cabeza, cabezas sin lengua y dedos sin falange, mujeres que les habían sacado para afuera todo lo que tuvieron dentro y hombres a los que les habían metido todo lo que tuvieron fuera", escribe Antonio Ortuño (Zapopan, 1976) en "La fila india" (Océano, 2013).

Ortuño, finalista del Premio Herralde con "Recursos humanos", cambia el escenario tradicional de migrantes del norte al sur de México con las pesquisas de una matanza de centroamericanos en un refugio en Santa Rita, Chiapas. Julián Herbert (Acapulco, 1971) va más allá y más atrás en "La casa del dolor ajeno" (Literatura Random House, 2015), una investigación sobre la matanza de 300 chinos en mayo de 1911 en La Laguna, norte del país. "Muchos lo olvidan, pero los primeros inmigrantes ilegales en Estados Unidos no fueron mexicanos, fueron chinos", dice el autor de la premiada "Canción de tumba".

En "El cielo árido" (Literatura Mondadori, 2012), Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) cuenta la vida violenta de Germán Alcántara Carnero a principios del siglo XX, desde Lago Seco, en el centro del país, hacia Estados Unidos. El secuestro de centroamericanos que cruzan México para llegar a Estados Unidos, personas como mercadería, es el tema de "Las tierras arrasadas", la novela más reciente de Monge, aún inédita en Chile.

Monge es cientista político, igual que Yuri Herrera (Actopan, 1970), quien ambientó "Trabajos del reino" (Periférica, 2008) en un lugar que no identifica, pero que por la descripción (y el mismo autor lo ha reconocido) pueden ser las ciudades fronterizas de Juárez y El Paso, con personajes sin nombres propios que hablan con los modismos norteños.

La isla

Hablar de migraciones en América es hablar de Cuba, de balseros, de Miami. En su primera novela, "Todos se van" (Bruguera, 2006), Wendy Guerra (La Habana, 1970) reproduce los diarios de una niña y adolescente de fines de los 70, que ve cómo su padre alcohólico y golpeador se va a Miami, deja sin firmar los papeles para que ella y su madre se puedan ir a Suecia y las condena al castrismo, que ya no era el sueño de igualdad que prometió en 1959. La protagonista viaja a Europa, pero luego vuelve y ve cómo la isla tiene que acomodarse al fin de la Guerra Fría.

Como Cleo, la protagonista de "Domingo de revolución" (Anagrama, 2016), la novela más reciente de Guerra. Cleo, una escritora disidente premiada y reconocida en el mundo, que vive en Cuba, donde es perseguida y su obra prohibida (tal como sucede con Wendy Guerra), viaja a España, a México, pero siempre vuelve a su isla. Por eso, porque siempre vuelve, los intelectuales en el exilio sospechan de ella. Rechazada por ambos lados, es obligada a migrar.

"Domingo de revolución" está ambientada en la época en que Barack Obama y Raúl Castro restablecen relaciones diplomáticas, y Guerra escribe: "A pesar del comedido, emotivo, delicioso júbilo en la calle, todo sigue exactamente igual. Los cambios se sucederán lentamente, lo sé, pero tendrán que pasar décadas para que esta realidad, la que he vivido sin perderme un solo capítulo, cambie de color".

En una isla cercana y en sentidos inversos, Junot Díaz y Rita Indiana narran la migración dominicana. En "La maravillosa vida breve de Óscar Wao" (Mondadori, 2008), Díaz, nacido en Santo Domingo en 1968 y criado en Estados Unidos, cuenta la vida de las segundas generaciones de migrantes a través de Óscar, un adolescente fanático de la ciencia ficción que vive en un gueto en Nueva Jersey. Con referencias a los años de Rafael Leonidas Trujillo, a las supersticiones y tradiciones de la isla, el libro ganó el Pulitzer de novela 2008.

Mientras, en "Papi" (Periférica, 2005), Indiana (Santo Domingo, 1977) cuenta desde el punto de vista de una niña -y con lenguaje y fantasías infantiles-, hija de un narco dominicano, los sueños y posibilidades que representa Estados Unidos.

Por ahí cerca y un poco en varios lados está Horacio Castellanos Moya. El escritor, nacido en Tegucigalpa en 1957, es profesor de Literatura de la Universidad de Iowa, dejó Honduras a los cuatro años, se fue a vivir a El Salvador, en 1997 viajó a México, luego vivió en Tokio y en Francfort, pero dice que siempre lleva junto a él el San Salvador de los años 70, 80 y 90. Y lo deja claro en su obra.

"El sueño del retorno" (Tusquets, 2013), su novela más reciente, trata sobre un periodista salvadoreño radicado en México que quiere volver a su país. En las novelas y cuentos que Castellanos Moya (ganador del Premio Manuel Rojas 2014) escribe en distintas partes del mundo están presentes la guerra civil salvadoreña, el asesinato de Monseñor Romero en 1980, los acuerdos de paz de 1992 y lugares concretos de su ciudad, barrios como El Hoyo, El Retiro, el parque Cuscatlán, la colonia Costa Rica, y narra cosas como esta que escribió en su cuento "Con la congoja de la pasada tormenta": "Pepe dijo que no tenía que tomármelo tan a pecho, que cualquiera que hubiese sobrevivido en este país tendría que considerarse afortunado, con semejante matazón".

Un poco más al sur, los amigos Donizetti y Manuel escapan de Caracas para seguir con vida. Donizetti, un funcionario estatal de bajo rango, y Manuel, un locutor de radio despedido por apoyar el referéndum contra Chávez en 2004, son los protagonistas de "Los maletines" (Siruela, 2014), de Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, 1967), quienes se quedan a vivir en Europa después de robar el dinero que funcionarios chavistas de rango medio habían robado a funcionarios chavistas de rango alto.

En la dedicatoria de su libro "Hasta luego, Míster Salinger" (Páginas de Espuma, 2007), Méndez Guédez, radicado en Madrid desde hace 20 años, escribe: "A un lugar que se llamaba Venezuela".

El desarraigo y la añoranza por Bolivia mueven a algunos de los personajes de los cuentos de "La ola" (Montacerdos, 2014), de Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981), y de "La desaparición del paisaje" (Periférica, 2015), de Maximiliano Barrientos (Santa Cruz, 1979).

Sentimientos similares a los personajes de "Usted está aquí" (Montacerdos, 2014), de la colombiana Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980), y de "Pajarito" (Libros del Laurel, 2015), de la escritora peruana Claudia Ulloa Donoso, nacida en Lima en 1979 y radicada en Bodø, Noruega, al norte del Círculo Polar Ártico, donde escribe cosas como: "La lluvia en Lima es tímida. Algunos dicen que es hipócrita y yo más bien creo que es una lluvia joven, como las lágrimas de una adolescente caprichosa: una serie de gotas menuditas que fastidian y que no dicen nada. La lluvia aquí en cambio es un lamento en voz grave".

En Argentina, donde históricamente domina la inmigración (italiana, árabe, rusa, polaca, etcétera), la experiencia de la partida también inspira creaciones. La migración no es el tema central de "La expectativa" (Literatura Mondadori, 2007), de Damián Tabarovsky, pero se cuela. Jonathan, el protagonista, un personaje "que piensa", vive en Villa del Parque, Buenos Aires, durante "los años de la hiperinflación". Trabaja en una mesa de dinero y gana plata, hasta que un día su oficina no abre más.

"¿Alcanza con irme de Villa del Parque? ¿Debería irme todavía más allá? ¿De Buenos Aires? ¿De Argentina?", se pregunta Jonathan. Un par de páginas más adelante dirá: "Tengo que irme del país". Algunas páginas más adelante, Jonathan dirá: "Me gustaría irme a vivir a Alemania". Al final, Jonathan dirá: "Quise ir donde nadie fue, hablar el idioma que nadie habló. Ser extranjero en mi propia lengua".

Fenómeno regional
Un especial del Grupo de Diarios de América sobre 11 países constató que en todos se percibe un aumento de la inmigración.

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