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Salvar la memoria de Alhué

sábado, 27 de agosto de 2016

Texto, Andrea Zúñiga S. Retrato, Viviana Morales R. Fotografías, José Luis Rissetti.
Patrimonio
El Mercurio

Cuatro jóvenes mujeres profesionales elaboraron un plan de gestión que permitiera al Museo de Alhué autosustentarse, y así seguir existiendo. La propuesta la desarrollaron como tesis de grado para obtener el máster en Historia y Gestión del Patrimonio en la Universidad de los Andes, y ya los primeros logros se dejan ver.



Milagros de Ugarte es arqueóloga; Bernardita Bráncoli, diseñadora; Isidora Lira, historiadora y María del Pilar Assler, artista. Con carreras bien distintas y sin conocerse previamente, tenían en común el interés por aprender más y coincidieron al matricularse en el máster en Historia y Gestión del Patrimonio que imparte la Universidad de los Andes.

Interesadas en el área de lo comunitario, al momento de plantear su tesis de grado, las cuatro acordaron desarrollar un proyecto de apoyo a alguna entidad que se estuviera autogestionando, y así llegaron a Alhué, un pequeño pueblo cercano a Melipilla, cuyo museo arriesgaba cerrar sus puertas por falta de financiamiento.

-La historia del museo partió hace más de treinta años cuando, en un viaje, el párroco de la comuna, Gerardo Alkemade y un grupo pastoral conocieron un museo comunitario y decidieron replicarlo en el pueblo. Pidieron cooperación a sus familias y a los vecinos y lograron recolectar un interesante conjunto de objetos de carácter doméstico que instalaron en una de las salas de la casa parroquial. Con el terremoto del 85 toda la zona sufrió severos daños y gran parte de los objetos que se exhibían en el museo se perdieron bajo los escombros del conjunto parroquial -cuenta Bernardita.

Explican que la idea del museo se mantuvo "congelada" hasta el año 2000, cuando el padre Alkemade, junto con otro grupo pastoral, reinició la tarea de recolección de objetos. "Ese año el museo se formalizó como tal, se le dio personalidad jurídica a través de una organización comunitaria y el Obispado le asignó más habitaciones dentro de la casa parroquial para albergar la colección", agrega Milagros.

La muestra está compuesta por objetos de carácter doméstico utilitario -planchas de fierro, chocas de greda, balanzas...-, herramientas de trabajo campesino, un buen número de piezas de carácter religioso, como casullas, ornamentos de santos, registros parroquiales y abundante material gráfico.

-Uno de los aspectos más interesantes que se advierte en este museo es la visión que tuvieron los alhuínos al salvar ciertos objetos que pudieron haber terminado en la basura. Ellos se dieron cuenta, mucho antes de que en el país se empezara a hablar de la importancia de la conservación del patrimonio, de que si no rescataban ciertos elementos, con el paso del tiempo, no los volverían a ver y las generaciones venideras no los conocerían", indica Milagros.

Conscientes de que la entidad nació y se ha mantenido como un proyecto comunitario, las profesionales iniciaron su trabajo entrevistando a todos los agentes involucrados en las distintas etapas del museo para empaparse del proyecto y desde ahí proponer soluciones. "No quisimos imponer un modelo de desarrollo nuestro, sino ofrecer una propuesta que se adaptara a la visión y a la misión de este proyecto en particular. A la manera de una asesoría, les entregamos herramientas administrativas, financieras y comunicacionales para que la gestión que ellos mismos estaban llevando a cabo llegara a puerto; un plan de navegación concebido a dos años, que permitiera al museo autosustentarse", indican.

El principal problema que detectaron fue de carácter financiero; una situación tan grave que ponía en riesgo la existencia del museo. De esta falta de financiamiento surgían otros inconvenientes: "No había recursos para pagar la luz, personal de aseo ni administrativo, por lo que el museo permanecía cerrado y solo se podía entrar cuando alguien de buena voluntad, abandonando su trabajo, lo abría", cuenta Isidora, y agrega que, en paralelo, realizaron un completo inventario: un registro de las más de 900 piezas que están en exhibición y que han sido donadas al museo por el pueblo. "Esta catalogación, que consiste en fotografiar, medir, describir y establecer el estado de conservación de cada pieza, fue fundamental para saber con qué contaba realmente la colección".

Explica Pilar que en la búsqueda de soluciones restablecieron vínculos entre los distintos actores interesados en conservar apropiadamente el museo, y así con la municipalidad consiguieron fondos para contratar a una persona que se hiciera cargo del aseo y abriera el lugar de miércoles a domingo.

"Ese solo hecho activó una mayor participación de la gente. Al estar abierto varios días por semana la gente lo visita, paga su entrada, y con eso ya es posible solventar algunas cuentas. Además, postulamos a un Fondo Nacional de Desarrollo Regional y con esto al museo se le asignaron recursos para iniciar el primer programa educativo con extensión hacia los escolares de la zona", señalan, y agregan que integraron a la comunidad mediante un proyecto para el adulto mayor, generando un cuerpo de voluntarios para trabajar en el museo, "porque son ellos los que más saben sobre los objetos que allí se exhiben".

Explican que el plan estratégico busca solidificar la institucionalidad del museo. "Una vez que se haya demostrado capacidad de gestión será posible acceder a fondos concursables y acercarse a la empresa privada en busca de más recursos", dice Milagros, quien está consciente de la necesidad de mayores fondos para avanzar en la completa recuperación de este espacio comunitario tan significativo para el pueblo. 

"Respetamos la disposición de los objetos. Es una museografía atiborrada que refleja la cultura del pueblo, la estética local, y eso es parte del encanto de este museo", sostienen.

 

 

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