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Libro "Producciones Kim Jong-il presenta...":

El cine según Kim

sábado, 06 de agosto de 2016

GASPAR RAMÍREZ
Internacional
El Mercurio

El dictador norcoreano secuestró en 1978 al director de cine más exitoso y a la mayor estrella de Corea del Sur para relanzar la industria fílmica de propaganda de Pyongyang.



Era enero de 1978 y la carrera de Choi Eun-hee iba a la baja. Una oferta de trabajo la llevó a Hong Kong. Con dudas, la actriz más famosa de Corea del Sur se subió a un barco y cuando preguntó a dónde iba le dijeron: "Madame Choi, el camarada general Kim Il-sung se dispone a acogerla en su seno". Después de seis días en el mar, llegó a un puerto, desembarcó y "un tipo bajo, de treinta y tantos, le alargó la mano" y le dijo: "Gracias por venir Madame Choi. Imagino que estará agotada por el viaje. Permítame darle la bienvenida. Soy Kim Jong-il".

La historia de ese secuestro y el de Shin Sang-ok, el director de cine estrella de Seúl, son el eje de "Producciones Kim Jong-il presenta..." (Turner, 2016), una investigación del documentalista estadounidense Paul Fischer, sobre la propaganda cinematográfica de Pyongyang.

En enero de 1978 a Kim Jong-il le faltaban 16 años para convertirse en el "Amado Líder", el Presidente de Norcorea: entonces era un hijo que quería impresionar a su padre, Kim Il-sung, y posicionarse como heredero. Fanático del cine, admirador de Sean Connery, Elizabeth Taylor, James Bond, el plan de Kim, en su cargo de director de Artes Culturales del Departamento de Agitación y Propaganda, era secuestrar a Choi y a Shin para potenciar la industria fílmica de Pyongyang.

La idea era imitar lo que había hecho la Unión Soviética con producciones como "El acorazado Potemkin" o vecinos como Japón o Corea del Sur, que ganaban premio tras premio en festivales europeos, mientras que películas como "La chica de la flor" o "Mar de sangre", que los norcoreanos veían por obligación, eran destrozadas por la crítica internacional. Kim necesitaba una pareja de estrellas para mejorar las películas, para "elevar la consciencia revolucionaria del pueblo".

Choi y Shin, guapos y famosos, se conocieron, se casaron, se divorciaron y entremedio triunfaron. En 1962 ganaron el premio a Mejor Película en el Festival de Cine de Asia y el Pacífico por "Mi madre y su invitado" y todas las películas que estrenaban, él como director y ella como protagonista, fueron éxitos de taquilla.

Después del secuestro, Kim encerró a Choi en una mansión, la invitó a sus banquetes, le regaló perfumes, ropa y le trajo a su ex marido. En julio de 1978 Shin viajó a Hong Kong a buscar a su ex esposa. También fue secuestrado y trató de fugarse. Dos veces. Shin fue encarcelado, torturado, "educado", hasta que cooperó.

En 1983 Choi y Shin grabaron "Emisario sin retorno", la primera de las siete películas que filmarían para Kim. Películas bélicas, romances, el primer beso del cine norcoreano, musicales y ciencia ficción: Pulgasari, una especie de Godzilla que se alimentaba de hierro y que defendía a los campesinos que eran oprimidos por un rey en el medioevo norcoreano.

Pese al empeño y el talento de las estrellas secuestradas, el cine norcoreano no brilló. "Hay dos formas de ver esto: una es que la propaganda no es suficiente para encubrir la fealdad de la realidad. La otra es que los filmes de Kim Jong-il, por mucho que él se interesara en ellos, simplemente no eran lo suficientemente buenos para disculpar sus otros comportamientos", dice Fischer a "El Mercurio".

El escritor agrega que las películas que hacía Kim estaban "siempre muy por detrás de su tiempo y eran demasiado específicas culturalmente para tener mucho éxito en el extranjero. Funcionaban dentro del país, pero jamás más allá de sus fronteras".

El libro de Fischer está lleno de historias y anécdotas que dan una idea del día a día del joven Kim y del horror norcoreano. Fiestas donde Kim obligaba a los asistentes a disfrazarse, a jugar, detalles del trabajo de la "Brigada del Placer", con mujeres que debían "entretener" a la cúpula del partido y soportar los arranques de furia y caprichos del líder.

El chequeo de datos fue el mayor problema que tuvo Fischer durante su investigación. "Con un Estado como Corea del Norte, donde hay tanto secreto, la transparencia es reemplazada por rumores e invenciones. Hay un sinnúmero de historias por ahí sobre Corea del Norte que suenan fantásticas y absurdas que son ciertas y muchas que no lo son", dice Fischer.

Los secuestros de Choi y Shin parecen actos inocentes comparados con las supuestas ejecuciones con cañones antiaéreos y perros ordenadas por el líder actual de Norcorea, Kim Jong-un, en el poder desde 2011, después de la muerte de su padre, Kim Jong-il. "Los Kim están conscientes del poder de la propaganda. Esas dos historias, por ejemplo, casi con toda seguridad no son ciertas, pero Kim Jong-un sabe que al darlas a conocer y propagarlas alimenta una fuente de rumores que nos mantiene en la oscuridad en cuanto a qué es capaz de hacer él exactamente", dice Fischer.

El final del secuestro también fue de película. En marzo de 1986, Choi y Shin convencieron a Kim para que los autorizara a viajar a Viena y conseguir fondos para filmar una versión de Gengis Khan. En la capital austríaca, en un descuido de sus guardias, la pareja entró en la Embajada de Estados Unidos.

Las estrellas de Choi y Shin no volvieron a brillar. Ella, con 63 años, no consiguió grandes papeles y él, con 59, encadenó fracasos en Hollywood. Ella vive actualmente en Seúl, tiene 89 años. Él murió en 2006. Y sobre Kim Jong-il, esa historia ya es conocida.

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