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Filial hispana de Instituto Jane Goodall desarrolla estrategia a nivel comunitario:

ONG intenta contener la grave declinación de los chimpancés

jueves, 28 de julio de 2016

Richard García
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

En los últimos cien años, en África la población ha disminuido de un millón a 250 mil ejemplares por la pérdida de hábitat y caza ilegal.



Un cambio radical en su vida experimentó el primatólogo argentino Federico Bogdanowicz cuando visitó en España un centro de rescate animal. Ahí vio a unos chimpancés que en sus primeros años de vida habían sido utilizados en circos y avisos publicitarios, pero que cuando se pusieron peligrosos terminaron confinados en jaulas. "Me acuerdo haber visto a uno que tenía la espalda cuadrada de tanto estar encerrado. Su mirada era tan humana que me hizo sentir vergüenza de la especie. Pensé: ¿cómo le podemos hacer esto a un ser vivo tan cercano a nosotros? Tenía que hacer algo que trascendiera y no centrado en mí y mis necesidades", cuenta a "El Mercurio" quien es hoy director del Instituto Jane Goodall (IJG) en España.

Justamente su decisión fue ofrecerse como voluntario de la filial hispana de esta organización, creada por la legendaria investigadora de National Geographic.

De ahí en adelante, Bogdanowicz -quien esta semana estuvo en Chile invitado por la filial chilena del IJG- ha participado activamente en el desarrollo de programas de educación ambiental, apadrinamiento de chimpancés y la campaña de reciclaje de celulares "movilízate por la selva", los que han permitido apoyar proyectos de conservación.

El mayor desafío es contener la actual declinación de la población silvestre del primate en África. Se calcula que hay unos 250 mil, sin embargo, más que la cantidad, lo que preocupa es la tendencia a la baja, porque se estima que hace un siglo había más de un millón.

Detrás de la declinación está la destrucción del hábitat, ya sea por la deforestación o la construcción de estructuras humanas como aldeas o caminos. "Estas condiciones hacen imposible que un grupo de un lado de un territorio pueda intercambiar material genético con otro. A largo plazo, esas poblaciones están condenadas porque habrá mucha endogamia", advierte.

Otro problema de cuidado es la caza furtiva. Su carne se considera una delicatessen e incluso se exporta en forma ilegal a Europa y Estados Unidos.

Las tradiciones locales no ayudan. En el Congo se cree que colgar huesos de chimpancé en la cintura de los recién nacidos les garantiza que tendrán una vida saludable.

El tráfico de animales vivos es otro de los desafíos, ya que se exportan ilegalmente como mascotas a China y Medio Oriente.

En respuesta, Instituciones como la WWF y el IJG tienen programas especiales orientados a revertir ese escenario.

El IJG hispano está involucrado directamente con la conservación de las poblaciones de Senegal, donde por la pérdida de hábitat los chimpancés no llegan a 500 ejemplares.

Una de las preocupaciones de la organización es determinar cuántos grupos existen, las áreas por las que se desplazan y los puntos donde se establecen y pueden presentarse conflictos con los humanos, ya sea con los cultivos o los puntos de acceso al agua.

Con la gente

En paralelo, están trabajando con la comunidad local para evitar la destrucción de la selva. "Hemos logrado crear una reserva donde está prohibida la caza y la tala de árboles. Además, financiamos ecoguardas y asistentes locales, generando empleo en la comunidad". Como una alternativa a la extracción de fruta de la selva crearon viveros fuera de la reserva, también lavaderos para evitar que la gente use los ríos y un ecoturismo de observación de aves. "Eso genera fuentes de ingreso que hacen que la comunidad cuide la selva".

Bogdanowicz no solo se ha involucrado en los programas. En el año 2008, cuando estaba de visita en uno de los centros del instituto en la República del Congo, le pidieron que cuidara a Lemba, una cría de chimpancé recién rescatada, porque los cuidadores estaban desbordados. Tuvo que alimentarla y hasta dormir con ella. "Como uno es como la mamá, ella se trepaba y dormía en mi pecho", recuerda.

La chimpancé siguió creciendo y él tuvo que volver a España, lo que fue una decisión muy dura, dice.

Cuando tenía cuatro años, hubo un brote de polio y Lemba quedó paralizada de brazos y piernas, con poca esperanza de vida. Pero poco tiempo después se enteró de que Lemba no solo había sobrevivido, sino que una donante pagó un tratamiento con el que recuperó la movilidad de los músculos de los brazos, por lo que se le hizo un circuito de cuerdas para que se desplazara.

"Mostró una fuerza, una energía y superación sorprendentes. Ahora es la que se encarga de cuidar a los más pequeños, es como la hermana mayor de las crías que siguen llegando", cuenta con emoción.

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