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PENÍNSULA AMORTAJADO

El paraíso de las aves

domingo, 26 de junio de 2016

POR Montserrat Sánchez B., DESDE LA REGIÓN DE LOS LAGOS.
El explorador aficionado
El Mercurio

En los alrededores de Maullín, al sur de Puerto Montt, hay varios refugios de aves migratorias. Tantos, que aquí se puede ver la mitad de las especies que transitan por Chile. Y este circuito suave hasta la península Amortajado es una buena alternativa para ver desde cormoranes hasta flamencos.



"Los de la pesca artesanal le pusieron así, península Amortajado, porque, según ellos, desde el mar la tierra tiene esa forma: como si estuviera en posición de mortaja", dice César Schwarzenberg mientras cruzamos el río San Pedro Nolasco. Estamos en la comuna de Maullín, Región de Los Lagos, a una hora de Puerto Montt hacia la costa. Vamos avanzando lentamente en un bote a remos con Humberto Soto, un lugareño sin el cual no podríamos cruzar.

Hemos salido temprano de Maullín. Desde ahí tomamos un camino en dirección poniente y, tras andar unos 10 kilómetros, llegamos a orillas del río San Pedro, a una playa llamada Pasaje de Amortajado Allí Humberto Soto, vestido con buzo y pólar naranjo, nos cruza al otro lado, a la playa Colo Colo.

El objetivo de nuestra excursión es avistar aves, pues Maullín tiene cierta fama internacional como destino de birdwatching. La razón es sencilla: en esta comuna se puede divisar la mitad de las aves migratorias que hay en Chile, que vienen aquí a pasar el invierno desde Alaska y la Patagonia.

Esto tiene varias explicaciones. La geografía de Maullín es desmembrada, ya que la atraviesan diversos cuerpos de agua. Con el terremoto y maremoto de 1960, el terreno se hundió y muchos sitios agrícolas se anegaron, lo que propició un ecosistema adecuado para la vida de las aves. Humedales, sectores ribereños de agua dulce, ríos de agua salada y la desembocadura al mar configuran esta especie de refugio natural, donde las aves se mantienen casi en anonimato, porque no son muchos los chilenos que llegan a verlas. De todas formas, los sitios más conocidos en los que se puede hacer observación son Quenuir Bajo, la isla Doña Sebastiana y la península Amortajado, donde vamos.

Al llegar al otro lado del río, caminamos por la playa hasta encontrar un sendero barroso que se introduce entre pastizales. Pronto se empina y cruza predios rurales.  Por eso es necesario pedir permiso o ir con alguien autorizado.

Nuestra primera parada es en la cima de una colina, junto a un rebaño de ovejas. Con binoculares, siguiendo la huella del río San Pedro hacia la bahía del golfo Coronados, vemos flamencos chilenos: en la zona hay humedales donde estas aves descansan. Y no solo esta especie, sino también rayadores, chorlos, cisnes coscoroba, pitotoy grande y zarapitos.

En esta excursión también  podemos ver lobos marinos, pues hay una lobería al final de la ruta. 

Avanzamos por la pendiente y a lo lejos vemos una viudita posada en la punta de una rama. Los binoculares ayudan a observar sus detalles. En este tramo también se puede encontrar al tiuque, la dormilona, el diucón y el colegial, algunos de los cuales se nos cruzan durante el trayecto.

Tras poco menos de cinco kilómetros de caminata suave, alcanzamos a ver el mar. A medida que empezamos a descender, nos acercamos a la costa, que por este lado no tiene playa, sino acantilados. Desde el borde, a unos metros de tierra firme, dos grandes peñascos -y otras rocas más pequeñas- se hacen notar por su población de aves. Cormoranes liles, pelícanos, piqueros y jotes de cabeza negra copan la parte superior y arman una escena llena de movimiento y ruido.

Nos recostamos boca abajo en el borde del acantilado a observarlos. A los pies de una de las rocas, un lobo marino hace intentos para encaramarse en el borde. Más abajo,  un cormorán lile se asoma desde un agujero. Es el momento de las fotos.

 

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