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Naves no tripuladas controladas a distancia:

Los drones de a poco ganan su espacio en la investigación científica

lunes, 06 de junio de 2016

C. González
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

Asociada a usos militares, de vigilancia o como un pasatiempo, esta tecnología ya se emplea en áreas como la arqueología, la agricultura, el cambio climático o el comportamiento animal.



Vigilar bosques y evitar la deforestación, observar conductas animales y prevenir el acoso de cazadores, explorar sitios arqueológicos en peligro o analizar fenómenos ambientales y climáticos. Tradicionalmente asociados a aplicaciones militares o al creciente uso con fines recreativos, bastó que los drones llegaran a las manos de investigadores para que estos aparatos hoy ya sean parte de las herramientas disponibles a nivel científico.

Se trata de naves aéreas no tripuladas, manejadas por control remoto e incluso con ciertas capacidades de vuelo automático.

"Ha habido mucha evolución en las tecnologías de los drones en los últimos años: se usa material más ligero, las baterías tienen mayor autonomía, el precio de los sensores está disminuyendo cada día, así que sus tamaños, el software y hardware de control está disponible a precios muy abordables", comenta Moulay Akhloufi, académico de la carrera de Ingeniería Civil Telemática de la U. Federico Santa María.

Precisamente son sus características una de sus grandes ventajas científicas: sustituyen, por ejemplo, a helicópteros o aviones a la hora de contar colonias de pájaros o poblaciones de otros animales. Son capaces de adecuarse a ciertas condiciones ambientales, evadir obstáculos y cubrir zonas a las que no tienen acceso los vehículos tripulados.

Y, no menos importante, tienen un impacto más reducido en la naturaleza que una observación directa por parte del hombre.

"Permiten reemplazar el uso de satélites u aeronaves y así realizar observaciones que de otra manera no serían tan sencillas ni económicas", dice Arturo Álvarez, académico del Departamento de Ingeniería Informática de la U. de Santiago, quien desde 2009 trabaja en el desarrollo de drones para ser usados en áreas tan diversas como la minería, la arquitectura y la agricultura.

Por ejemplo, han incorporado el uso de cámaras infrarrojas para medir la radiación electromagnética sobre determinadas plantas.

De la Facultad de Ciencia de la misma universidad es la doctora Penny Rowe, quien gracias a un proyecto Fondecyt utilizará drones -que medirán temperatura, humedad y otras condiciones en la Isla Rey Jorge- para determinar cuál es el rol que juegan las nubes bajas en el calentamiento de la península antártica.

"Hacer investigación en la Antártica puede ser muy difícil. Los vientos son a veces superiores a los 100 km por hora, y el dron puede ser susceptible a la formación de hielo, al volar a través de la nube. Será importante prestar mucha atención a las condiciones climáticas", comenta.

Según los expertos, a nivel local aún son pocos los equipos que trabajan en investigación con drones en Chile, a diferencia de lo que ocurre en EE.UU., Canadá o Europa, por ejemplo. Pero "el interés para este tipo de investigación está creciendo", afirma Akhloufi, quien lidera un proyecto, en colaboración con Francia, sobre el uso de drones en aplicaciones de seguridad y vigilancia de incendios forestales.

En Panamá, hace unos días la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza, con apoyo de la FAO, dio a conocer un proyecto en el que indígenas de distintas etnias del país fueron capacitados para usar drones y vigilar los bosques, con el fin de evitar su deforestación y monitorear cultivos.

"Los drones pueden recopilar datos de forma sistemática con una mayor efectividad espacial y temporal", dice Jarrod Hodgson, investigador de la U. de Adelaida (Australia), quien ha participado en diversos estudios utilizando esta tecnología.

Arqueólogos en México, Perú, Jordania e Israel, por ejemplo, están recurriendo a esta tecnología para explorar sitios en peligro e, incluso, evitar saqueos en zonas arqueológicas.

En África los drones forman parte de programas que buscan combatir la caza furtiva de animales como elefantes y rinocerontes, mientras que en el sudeste asiático ayudan al seguimiento de colonias de orangutanes.

"En el monitoreo de poblaciones de vida silvestre se obtienen recuentos más exactos acercándose a una estimación más precisa acerca de la población y su verdadero tamaño", comenta el doctor Rohan Clarke, de la Universidad de Monash, Australia, que ha realizado investigaciones con fines de conservación ecológica y medioambiental.

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