Dólar Obs: $ 954,58 | 0,40% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.237,20
IPC: 0,40%
Karla Rubilar

"No pedí ayuda hasta que estuve en el límite"

martes, 17 de mayo de 2016

Por Claudia Guzmán V. Fotografías: Sergio López I.
Reportaje
El Mercurio

Estuvo al borde de la muerte. Tras un shock séptico que la tuvo 14 días internada, en coma inducido y conectada a un respirador, la diputada revela los detalles de su enfermedad. Dice que desoyó a su cuerpo, y que sacó un aprendizaje: "Fui soberbia".



Karla Rubilar lleva casi dos meses contestando las preguntas sobre cómo fue estar a punto de morir. Ella dice que recuerda muy poco después del beso en la frente de Jaime Mañalich, médico, ex ministro de Salud y padrino de su hijo menor. Él había llegado a la UTI de la clínica Indisa cuando se enteró de que ya cumplía más de 10 días arrastrando un cuadro febril, después de que casi una decena de médicos la habían evaluado sin dar con un diagnóstico claro. También fue él quien recomendó inducirle un coma para conectarla a un ventilador.

-Para mí, Jaime hizo la diferencia entre la vida y la muerte -dice hoy Karla Rubilar-. Se me acercó muy tierno y me dijo: "Karla estás mal, te vamos a intubar, te tenemos que hacer dormir para hacerte más exámenes, pero tú tienes que tener claro algo: que te vamos a hacer dormir con la esperanza de despertarte en un rato más, pero puede ser que no despiertes más...".

Karla, de 39 años, casada, 4 hijos y diputada por Santiago, dice que agradece su sinceridad. Asegura que para ella ese fue un gesto de ternura, que a esas alturas ella estaba muy tranquila, muy serena. Sin miedo a lo que podía venir.

-Todo el mundo me pregunta si vi un túnel, si vi una luz. Pero no. Yo tengo claro qué es lo que se ve cuando eso pasa, porque ya lo viví -revela-. A los 11 años estuve muy grave. Tenía una fiebre por una neumonía a causa de sarampión. Me acuerdo que estaban mi mamá y mi abuela conmigo y, de pronto, empecé a escuchar una suave melodía de música clásica y vi cómo una luz blanca, resplandeciente, inundaba el lugar. Todo el lugar. Entonces, escuché claramente una voz que dijo fuerte, muy fuerte: 'No, todavía no'. Y la luz desapareció... Ahora no vi nada similar. De ahora, la verdad, solo sé que hay días en que me borré. Días en que no sé qué me pasó.

Cadenas de oración, declaraciones a la prensa de su marido, de ex Presidentes, políticos, médicos y gente que en las redes sociales apoyaba -o también vilipendiaba- su recuperación, son parte de la laguna temporal que Karla tiene hasta hoy, un mes y medio después de haber sido dada de alta y a tres semanas de haber reasumido su labor parlamentaria.

Por primera vez, la mujer que estuvo a punto de morir en la pasada Semana Santa, con todos los móviles de prensa apostados afuera de la clínica a la espera de su evolución, accede a repasar los hechos que la llevaron a vivir ese trance y lo que este le dejó.

Karla, que según relatan los médicos llegó desde Clínica Indisa a Clínica Las Condes la madrugada del Sábado Santo en shock séptico, con un serio compromiso cardio respiratorio, solo recuerda que cuando la desconectaron del respirador artificial, su madre le dijo: "Mijita, yo sé que hoy día domingo usted va a tirar para arriba, porque usted nació un Domingo de Resurrección".
 
"Si no iba, no me lo iba
a perdonar"
Aunque Karla Rubilar es médico e hija de médicos -su padre es el cirujano digestivo Patricio Rubilar y su madre, la salubrista y alcaldesa de Renca Vicky Barahona- no goza de buena salud. En el año 2001 fue diagnosticada con una Diabetes tipo 2 y, desde entonces, ha extremado sus cuidados.

Al año siguiente del diagnóstico, en 2002, Karla entró a pabellón para instalarse una banda gástrica, anillo de silicona que rodea el estómago para disminuir la ingesta de alimento, y que se regula desde un puerto que se ubica en la zona abdominal. El tratamiento era el recomendado para pacientes con sobrepeso y, en el caso de Karla, diabetes.

-No sé de dónde me llegó esta enfermedad -dice-. Ni mi mamá ni mi abuela la tienen, pero parece que mi bisabuela la tuvo. Y aunque la tengo controlada, cada cierto tiempo tengo enfermedades muy cototas, porque con la diabetes se me agrandan.

Una de las primeras muestras de que su salud es frágil, se vio en diciembre pasado, cuando llegó a votar la reforma educacional envuelta en un plumón.

-Entonces estaba con una pequeña neumonía, con mucha fiebre, y me abrigué con el plumón que había llevado el día que nos quedamos hasta tarde votando el Presupuesto 2016, y que me quedé durmiendo en el Congreso.

-¿Suele votar bajo licencia médica?

-Es parte de las decisiones que he tomado yo. Si yo siento que hay votaciones importantes y relevantes, hago el esfuerzo y voy. O sea, me pasó en varias oportunidades mientras estuve en el pre y posnatal de mis tres últimas guaguas -embarazos de riesgo por la diabetes-, que tuve que ir a votaciones de rango constitucional, donde no te puedes parear y hay un quórum que alcanzar.

-¿No varía el quórum con la licencia maternal?

-No, y debiera. Además, si no hay voluntad para darte el pareo y necesitan los votos, empiezan a llamar... Me pasaba mucho en el gobierno de Piñera, cuando tuve a la Karlita, que me llamaban los ministros que estaban desesperados. Y, ahora, con el aborto (despenalización de tres causales) me pasó igual.

Desde mayo del año pasado Karla Rubilar es independiente. A inicios de 2014 dejó su larga militancia en Renovación Nacional para irse al naciente Amplitud, al cual renunció en 2015. Parte de las diferencias con su sector -en particular RN- tenía que ver con cómo se enfrentaban temas valóricos. Por eso, porque la despenalización del aborto en tres causales era un tema que le importaba mucho, Karla reconoce que el pasado marzo desatendió las señales de su cuerpo.

-Yo tenía una herida en la piel (del abdomen) y pensé que se me había infectado como tantas veces me pasa, porque la diabetes te genera problemas de microcirculación y te genera necrosis. Entonces para mí era una herida infectada, bien fea, que supuraba, y le mandé una foto a mi papá. Él me dijo que creía que se me había infectado el puerto de la banda, y me dijo: "mejor saquémoslo".

El viernes 11 de marzo Karla Rubilar se sometió a una cirugía ambulatoria en el Hospital San Borja.

-Duró una hora y media -recuerda-. Hasta ese momento nunca tuve fiebre, solo esta herida fea. Pero al día siguiente me empecé a sentir mal, con fiebre, y mi papá se había ido al sur. Me mantuve con los antibióticos que me había dejado, y el lunes lo fui a ver ya sintiéndome mejor.

Karla recuerda que tras una aparente mejoría, la noche del miércoles su temperatura llegó a 39,6. Su padre le indicó exámenes de sangre, de imágenes y aplicar antibiótico endovenoso. Karla permanecía con licencia médica, pero al día siguiente, el jueves 18 de marzo, la cámara votaba la despenalización del aborto en tres causales y ella sentía que debía ir.

-Estando en cama con fiebre vi el debate en la sala y la verdad es que me desesperé -recuerda-. Gritos iban, gritos venían. De verdad que para mí era fundamental que el debate fuera de calidad. ¿Por qué? Porque salí a apoyar el aborto terapéutico cuando entré al Congreso, hace diez años, cuando era mucho menos aceptado de lo que es ahora. Entonces, yo no estaba por la causal de violación. Convencerme de que había que despenalizarla fue un proceso largo, muy largo, que hice yendo a todas las comisiones. Aunque no soy parte de la comisión de Salud, fui incluso más que algunos de sus miembros, y escuché a las víctimas de violación, de abuso sexual, además de la Iglesia y de todos quienes no estaban a favor. Fui generándome una convicción.

Mientras Karla veía ese debate en que los detractores de la despenalización se lamentaban del inminente fin de la Teletón o lo comparaban con una versión prematura de las muertes en dictadura, su WhatsApp no dejaba de funcionar: le escribían asesores de salud del Gobierno. Luego llegaron los mensajes de la ministra Blanco (Justicia), la ministra Castillo (Salud), la ministra Pascual (Sernam), todos preguntándole si llegaría al otro día a votar. Peligraba la tercera causal.

Ese jueves Karla partió temprano con su chofer a un centro médico de Renca, se realizó los exámenes y llamó a quien es el padre de sus tres hijos más pequeños y su marido desde hace diez años, Rubén Malvoa, abogado y ex alcalde de Conchalí, para preguntarle su parecer.

-Él me dijo: 'Karla, si no vas, nunca te lo vas a perdonar'. Y era verdad. Si no iba, no me lo iba a perdonar. Así que partí.

La fiebre no cedía y a pesar de eso se inscribió para tomar la palabra. Su intervención, que sacó aplausos desde el hemiciclo, duró 8 minutos. El video de su discurso se viralizó.

-¿Por qué cree que era importante para el Gobierno que usted estuviera?

-Primero, porque era mujer, segundo, porque sabían que yo había empujado el proyecto dentro de mi sector, que había estado en la discusión durante toda la tramitación y que, por lo mismo, podía ser un voto decidor. Yo de verdad siento que había muchos parlamentarios del propio Gobierno que estaban súper indecisos y que, cuando vieron que yo llegué, empezaron a decir que "sí". Y, bueno, era importante porque soy médico también.
 
"me sentía impotente"

Al día siguiente de la votación, Karla Rubilar ya tenía todos los exámenes y el hemograma le advertía de la presencia de una infección.

-Mi papá pensó que quizás era una pielonefritis, porque sufro de ellas. O cálculos, que también he tenido. Pero nada de eso se vio en el escáner. El estómago, impecable, sin colecciones (abscesos de pus). Lo único que me dijo el ecografista era que había una pequeña lesión en una trompa. Entonces, mi papá me dijo que me hiciera un TAC igual.

 Ahí, para su sorpresa, cuenta que le encontraron una pequeña peritonitis en el íleon y señales de tromboflebitis pélvica.

Era sábado y su familia celebraría el cumpleaños de su marido en su casa en Lampa. Ella no lo quiso suspender. La fiebre tampoco cedió. El domingo vino la última alerta: sangrado.

-Yo ya me sentía muy mal, muy pero muy mal -comenta-. Entonces mi ginecólogo decidió hospitalizarme por la urgencia. Y nos tocó vivir el lado feo del proceso de admisión: Rubén tenía Dicom y no lo dejaban firmar el pagaré. Algo muy extraño, porque yo había estado hospitalizada hace poco en la (clínica) San Carlos. Llamaron a la jefa de admisión, y nada. Al final, vinieron a sacarme la firma a mí, que estaba en la camilla, con vía venosa, sintiéndome muy mal... Llorando, esa es la verdad.

-¿Por qué lloraba?

-Me sentía impotente. Pensé que si me estaban haciendo esto a mí, qué quedaba para el resto de la gente. Yo sé que solo por mi investidura parlamentaria aceptaron ir a sacarme la firma, pero eso no puede ser.
Karla cuenta que en la cirugía realizada por su ginecólogo y su padre no apareció nada fuera de lo normal y que su padre aprovechó de retirar lo que quedaba de la banda gástrica, para mandarla a un examen de cultivo en busca de los gérmenes de la  infección.

Después de esa cirugía los recuerdos de Karla son vagos, febriles. Dice que su capacidad respiratoria comenzó a bajar, que la asistieron con oxígeno y que escuchó una hipótesis diagnóstica alarmante: tromboembolismo pulmonar. Trató de mantenerse serena. No le dijo a nadie que eso era mortal. Dice que trataba de autoconvencerse de que era un error mientras esperaba "eternamente" un ascensor -"tres de los cuatro estaban fuera de servicio", explica- para ir a realizarse un angioTAC. En esa crítica espera la acompañó Jennifer Antileo, una profesora de comunicación social que trabajaba como camillera y que postergó la salida de su turno para acompañarla.

-Viví esa sensación de abandono, de estar botado esperando a que alguien te atienda -dice, con emoción-. Esa joven fue de las mejores cosas que me pasaron en esa clínica. Es increíble cómo alguien puede hacer la diferencia solo por un poco de empatía y buen trato. Ella no tenía cómo mejorarme, no tenía la formación para tratarme médicamente, pero ella fue lo más cercano a una atención de salud digna que uno puede definir. Ella nunca se me va olvidar.

Después de cinco diagnósticos erróneos, su salud seguía empeorando. Era Viernes Santo y Karla estaba en la UTI. Hasta allí llegó su amigo, el doctor Mañalich. Él la examinó, habló con el jefe de la UTI que había sido su alumno. Decidió conectarla a ventilador y trasladarla a la Clínica Las Condes.
 
"Por favor no te vayas,
tienes que estar conmigo"
Karla recuerda que cuando los médicos -entre ellos, sus padres- conversaban sobre inducirle el coma, sintió real desesperación. De esos últimos minutos de conciencia en la Clínica Indisa, solo recuerda que mientras los sedantes actuaban en su torrente sanguíneo ella pedía, agitada, que trajeran a su marido. Gritaba, que necesitaba verlo. Hablarle.

-El enfermero me hablaba al oído, me juraba que él no iba a dejar que me durmiera sin hablar con él. Y de pronto entró Rubén en silencio. Yo ya estaba como medio ida porque me habían puesto Fentanil, y entre la fiebre y el ahogo... -recuerda entre lágrimas-. Lo único que tengo claro es que yo le decía "por favor no te vayas, tienes que estar conmigo, tienes que ser fuerte, todo va estar bien".

-Pero eso suena a lo que tenía que decirle él a usted, ¿no?
-(Ríe y se seca las lágrimas) Yo estaba angustiada, muy angustiada. Él solo me miraba, me hacía cariño, me tomaba la mano. Nunca voy a olvidar su cara, era puro amor. Te juro que en ese momento sentí una enorme paz. Una tremenda tranquilidad. Siento que le hice un traspaso de todas mis preocupaciones a él. Yo tenía otra lucha que dar. Y me entregué no más.

Karla dice que lo siguiente que recuerda es haber despertado en la Clínica Las Condes sin entender por qué. Cuenta que después supo que Mañalich había diagnosticado que el foco de la infección era abdominal, que había ordenado su traslado a CLC y que el cultivo de la banda gástrica dio resultados: permitió identificar una bacteria tan básica que no respondía a los antibióticos de última generación con que la venían tratando, sino que era sensible al popular cotrimoxazol. Dice que los médicos le aseguran que no hay certeza sobre el origen de la infección, que quizás hubo una microperforación que no se detectó.

-Al final, mi doctor, Camilo Boza, me dijo que nunca vamos a saber muy bien qué pasó -dice, encogiendo sus hombros.

-Entonces, ¿por qué le pasó?

-Porque creo que me sentía un poco Super girl. Fui soberbia, yo creo. Pensé que lo iba a poder controlar, que lo iba a poder manejar, no pedí ayuda hasta que estuve en el límite.
-¿Y para qué le pasó?

-Uf -dice la diputada dejando el aire escapar. Mira hacia la mesa donde reposa una taza de té ya vacía. Y luego de unos segundos responde:

-Para aprender una chorrera de cosas. Primero, pude aprender esa lección de que no soy Super girl y que no es malo pedir ayuda a tiempo. Segundo, para valorar lo que tengo porque... Pucha. Mira, Rubén hizo todo lo posible para no quebrarse, y eso lo valoro una enormidad. Lo mismo que los amigos, la familia, la gente que uno jamás se esperaría que te dijera que rezó por ti, que te encomendó, gente a la que nunca voy a poder agradecer. Ahora, no te puedo decir que encontré el significado de mi vida. Estaría mintiendo. Tengo claro que mis peleas por el tema de la salud, que he dado toda mi vida parlamentaria, quedan ultra reivindicadas con todo lo que viví, pero también hay algo más profundo... Algo como que por algo la vida te va poniendo determinada gente en el camino. No sé... Algo que es más personal. Quizás ya no enojarme tanto, porque soy bien enojona. Quizás aprender a darle importancia a lo que realmente la tiene.

Karla se queda en silencio. Luego dice:

-Tiene que ver con esos 14 días internada en que no pude ver ni hablar con mis hijos. Aunque Rubén me llevaba videos, yo no me atrevía a llamarlos porque se quedaban llorando. Entonces, evitaba llamarlos. Pero cuando llegué a mi casa de vuelta y veo a los chiquititos correr y me abrazan... Ahí fue una sensación de uf... de luz, de calor. Fue sentir como que el mundo se iba acabar. Los abrazaba y lo único que decía era gracias, gracias, gracias.

"Para mí, Jaime (Mañalich) hizo la diferencia entre la vida y la muerte", dice Rubilar sobre el grave estado de salud que vivió.

"Pude aprender esa lección de que no soy Super girl y que no es malo pedir ayuda a tiempo".

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia