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Magdalena, hija de Ricardo Larraín

"Mi papá me enseñó que el arte es buscar la emoción"

viernes, 29 de abril de 2016

ERNESTO GARRATT VIÑES
Reportaje
El Mercurio

Próxima a lanzar su álbum debut como cantante, la actriz, hija del director de "La frontera", revela las lecciones creciendo con uno de los cineastas clave de Chile. También recuerda su paso por España y anuncia proyectos. "Este disco se lo dedico a él", dice.



Maida aún no era Maida Larraín, la actriz y cantante que pasó una década en España y que está a punto de lanzar su disco debut. Entonces Maida era Magdalena, una niña de siete años, hija mayor del director Ricardo Larraín y, según recuerda ahora, sentada en el living de su casa -hasta hace unas semanas ella podía cruzar la calle e ir a visitar a su padre-, sabía tocar muy bien el piano.

-Tocas muy bien, Magdalena, muy bien -le decía el director de la recordada cinta "La frontera", que en 1992 ganó en Berlín.

Ahora, con una copia de su primer disco, "Lo poco que sé", entre sus manos -un álbum con 10 canciones entre boleros y baladas- recuerda a su recientemente fallecido padre:

-Me dijo algo que nunca olvidaré. Me pidió que tocara el piano con tristeza. Le dije que no sabía cómo hacerlo. Me contestó que pensara en la pena y que me saliera la desdicha por los dedos. Yo tenía 7 años. Y lo intenté. "Muy bien", me dijo, "lo lograste. Ahora tócala con alegría". También lo hice. Después me marcó un par de emociones más y estaba feliz con el descubrimiento. Entonces se levantó y me dijo: "Eso es arte". No hicieron falta más palabras. Mi papá me enseñó que el arte es buscar la emoción.

Maida recuerda que creció entre rodajes. Desde "El entusiasmo" (la película que filmó su padre con Maribel Verdú) pasando por los comerciales. -Éramos cuatro hermanas. Me acuerdo cuando fue la Tonka (Tomicic) a hacer un comercial. Lo acompañábamos, le preguntábamos "cuánto falta" porque los rodajes son esperar y esperar. Lo vimos filmar y muchas veces nos tocó hacer de extras. Tuvimos una formación artística con él de tú a tú.

Maida Larraín se autodenomina "cantactriz". Siempre tuvo un gusto natural por las artes, la música y la actuación, y se perfeccionó en España.-Me fui a los 21 años. Pololeaba con un sevillano, lo conocí por carta en el colegio, a los 16. Actualmente es mi marido. Me fui a estudiar canto a la escuela moderna, pero no me llenó del todo. Me quedé 10 años en Madrid. Volvimos en 2011 porque tenía una hija chica y porque mi papá estaba con cáncer. Lo profesional dejó de ser mi único norte -dice.

En Madrid, cambió su nombre artístico por Maida. Fue coach vocal en el reality show "Hijos de Babel", mientras hacía obras musicales de pequeño formato. -En España hice una obra que se llama "Mi madre, Serrat y yo". También estuve de gira y siete años en cartelera con "¿Y si Dios fuera mujer?" en la que hacía siete personajes. Cuando llegué a Chile escribí mi primer monólogo musical, "Calzón quitado", que es autobiográfico.

En Chile, también hizo el musical "Blanco y Radiante" y luego "Maldito Holywood", con Bernardita Rufinelli. -Ahora trabajo en la radio online NIU, tengo una sección que se llama "Humilloterapia", y la idea es perder el miedo al ridículo. Hablamos de todo.

UN DISCO SANADOR. Maida Larraín dice que siempre supo que iba a llegar el día en que iba a tener que mirar de frente a la música. 

-Sinceramente pensé que iba a llegar más tarde. Pero un día me llamó la compositora Paula Herrera y empezamos a trabajar en algunos temas. Me dijo que había que grabar el disco. Le conté que no tenía plata porque es carísimo. "La plata no puede ser un tema", me respondió, y descubrí esta plataforma mexicana llamada Fondeadora: subes tu proyecto y pides plata a tus amigos, a la gente y, a cambio, das discos, recompensas. Necesitaba 4 millones, pero puse 3, y los conseguí en dos semanas. Fue impresionante. No solo a nivel de plata, sino de mensajes de gente que decía "por fin estás sacando tu disco".

Dice que tiene cerca de 170 "fondeadores".

-Lo iba a lanzar el 14 de abril, pero por la enfermedad de mi papá, cuando él se puso más mal decidí aplazarlo. El disco habla de eso: de darles espacio a las cosas importantes. No podía estar centrándome en el lanzamiento estando mi papá así. Quería estar con él. Cuidarlo. Hacer turno en la noche si era necesario. Él se enojó un poco por el aplazamiento. Le dije que iba a seguir siendo fluido, pero que ahora estábamos en esta y, al final, lo aceptó.

-Este es su primer disco y la voz femenina es clave. ¿Cómo lo definirías?

-Es un disco de autor, básicamente. La compositora de casi todas las canciones es Paula Herrera, pero algunas las compusimos juntas. El enfoque fue recuperar un tipo de sabiduría femenina. Cuando digo femenino no me refiero a las mujeres, sino que a esa energía femenina, del hogar, de lo familiar: enseñanzas que da una abuela tomando tecito un día de lluvia.

-¿Cuáles son tus referencias musicales?

-Este disco es como un reencuentro con la música latinoamericana. Viví mucho tiempo afuera y eché de menos la música latinoamericana que es lo que a mí me gusta. Tiene un poco de Mercedes Soza, de Pedro Aznar, esa música de la región, pero moderna.

-¿Qué decía tu papá?

-Estaba fascinado. De hecho, uno de los últimos días que estuvo bien, me decía: "Te debo un montón porque el último día que sentí el sol en la cara, que me sentí vivo, que todo estaba bien, mejoré". Me decía que me oyó llegar en auto y escuchar mi disco: "Yo estaba escuchando y bailaba con tu disco. Se me mezcló tu voz con la de mi mamá y después tomaste el disco y lo fuiste a escuchar arriba". Sí, le dije, me bajé del auto y fui a la cocina y lo escuché ahí. Se murió 20 días después de eso. ¿Para qué hago música? Para sanar, para emocionar, para ayudar a la gente. En el fondo es eso. No es porque sí nomás.

-¿Este disco te ha ayudado a sobrellevar el dolor?

-Yo, desde la muerte de él, soy otra persona. Ha pasado poco más de un mes. Mi papá se murió en paz el lunes 21 de marzo. Se levantó con una pequeña crisis y dijo: "Chiquillas, no quiero que me traigan de vuelta, no quiero que me transfieran sangre. Quiero estar bien, me quiero morir en mi casa". Estuvimos dos horas con él, respirando, susurrando, y lo único que atinaba a hacer yo era respirar a su ritmo. Me preguntó qué estaba haciendo y se lo comenté. Soy la mística de la familia y él también me decía esas cosas más místicas. Tengo una hermana médico, así es que cada una con su rol. Sabía que se iba a morir esa noche. Él no quería que lo tocáramos porque decía que lo traíamos de vuelta. Preparó un altar, apagó todos los aparatos electrónicos y colocó sus cositas. La figurita que le recordaba a su mamá, las fotos que nos recordaba a nosotros. Todo esto con instrucciones desde la cama. Dirigiendo su propia partida. Luego me dijo: "No me invoquen" y le contesté que no le entendía. "No me invoquen. No digan que el papá debería estar acá". En el fondo quería que lo dejáramos partir (...) Es tal el regalo que recibimos esa noche, que no pude tener pena. La pena vino después.

Para Maida Larraín ha sido un tiempo de aprendizaje.

-Aprender a vivir la muerte de un ser querido también tiene que ver con los aprendizajes que importan. "Lo poco que sé" quiere decir eso: no sé mucho; sé cosas que a lo mejor en el mundo intelectual no se valoran o que en el colegio no se enseñan, pero son cosas que yo sé. Eso tiene que ver con que fui mamá y fui capaz de venirme a Chile, con aprender a acompañar a alguien que se está muriendo, soltarlo, acompañarlo. Eso es lo poco que sé. Él es parte de eso, y por eso este disco se lo dedico a él.

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