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Hoy 104 reos, entre militares, carabineros, marinos, detectives y gendarmes, conforman la población del penal

Punta Peuco por dentro, en su hora decisiva: internos creen que no los sacarán de ahí

domingo, 06 de septiembre de 2015

Lilian Olivares
Nacional
El Mercurio

Habían suspendido organización de actividades dieciocheras, esperando la evacuación, pero recibieron la señal de que las retomaran.



El ánimo patriótico se enciende en Punta Peuco todos los años en esta época. Apenas los reclusos pasan agosto -y esto sí que es importante ahí, donde el promedio de edad es de 76 años-, comienzan de inmediato a preparar las festividades dieciocheras: embanderan, organizan juegos tradicionales, como el cacho y la rayuela, y otros no tanto, como competencias de ajedrez y tenis.

Esta semana no hubo el movimiento acostumbrado. La pasividad llamó la atención.

Los internos tenían un motivo: "Como están diciendo que esto se cierra, ¿para qué vamos a hacer algo?" El comentario traspasó rejas y módulos. Y la respuesta que recibieron fue: "Sigan con la organización dieciochera".

Cuestión que el experto en inteligencia que hay al interior de este penal interpretó como que "la noticia de traslado se está desinflando".

Una noticia que disparó la primera semana del mes pasado la víctima del caso Quemados, Carmen Gloria Quintana. Después de reunirse con la Presidenta Michelle Bachelet, contó que "ella me comunicó que Punta Peuco se va a cerrar en septiembre". De ahí a las elucubraciones hubo un solo paso: Que la Mandataria haría el gran anuncio el 11 de septiembre, que ya estaba todo listo... en fin.

En ese clima, cuando solo parecía faltar el anuncio presidencial, "El Mercurio" sondeó puertas adentro, en Punta Peuco, cómo están viviendo los reclusos estas horas decisivas de lo que para muchos de ellos será su última morada.

Aunque por fuera no parece otra cosa que una cárcel, por dentro tiene muchos elementos que lo hacen evocar una residencial de adultos mayores. Muebles raídos (sillones que la familia les ha mandado de la casa o estantes con adornos antiguos), y ese olor de viviendas no ventiladas, pero aseadas por los mismos reos... Un hombre con alzhéimer que demora 40 segundos en ponerse de pie para saludar con cortesía militar. Los pañales para adultos que ingresa la agrupación "Mis camaradas", que los visita periódicamente y les prepara cajas con abarrotes a los 30 más humildes del penal. Los hijos con aspecto de profesionales que les dan abrazos furtivos a sus padres, las esposas y hermanas que acuden bien vestidas a visitar a los suyos, ya desgastados como los mismos muebles. Un militar que se asoma desde su pieza a pie pelado y ofrece gentilmente su baño, para lo cual tiene que salir su compañero de habitación porque el baño hechizo no tiene puerta.

En una sala, un delgado Álvaro Corbalán (ex CNI) con un encendido pulóver verde conversa animadamente con Miguel Krassnoff, condenado por homicidio, secuestro y torturas. Mientras, el ex brigadier Pedro Espinoza camina a paso tan lento que parece que los años y la vida le pesan.

Las cortinas

Lo que el año 95 era una tremenda infraestructura hecha para poner en prisión al entonces temido Manuel Contreras, ex director de la DINA (recién fallecido), hoy tiene 104 presos. De hecho, en 1996, Contreras ocupaba tres habitaciones: su estar, su dormitorio y su escritorio. Cuando recibía visitas, un ayudante ofrecía café o una infusión con un juego de té de porcelana, ante una pequeña mesa redonda con mantel blanco y con algún grado de protocolo.

Soledad Alvear, que fue ministra de Justicia de Frei Ruiz-Tagle, cumplió con la misión que parecía imposible: poner a Contreras tras las rejas. Y para que el penal estuviera listo cuando se aceleró el fallo condenatorio, hasta le compró las cortinas de baño.

-Yo me constituía los días domingos con una escoba, barriendo la cárcel, sacando escombros, con el director y con el mismo equipo con que trabajábamos con tanto intelecto en la reforma procesal penal. Además de la escoba, fui a comprar las cortinas de baño. Eran horribles, llenas de flores, pero pensé que le iban a gustar...

Alimentación extra

Veinte años después, las cosas son distintas. De partida, ya no hay una guardia militar interna y una guardia perimetral externa de Gendarmería. Ahora la vigilancia está exclusivamente en manos de gendarmes. Son ellos los que revisan, a la entrada, en una pieza privada, con un detector de metales, y abren bolsos para observar lo que hay adentro.

La población penal aquí es diferente. La mayoría de ellos son jubilados, por lo tanto tienen una pensión con la que pueden pagar algunos extras en su alimentación (la comida que reciben en vianda es igual para todos: cazuela, carbonada, lentejas, etc.). Algunos imparten clases de inglés, italiano y alemán. Otros escriben libros. Y algunos reclusos de provincia juntan plata haciendo trabajos de reparación en las piezas.

En Punta Peuco hay cuatro módulos, y desde ahora último un quinto que es un container , donde han llevado a los reos más jóvenes.

Cada módulo tiene un estar que es el punto de encuentro de las habitaciones, que antes eran privadas y ahora comparten de a dos. En los pasillos, cruzados por rejas, los gendarmes vigilan casi sin hacerse notar. Están en todas partes, pero en actitud no invasiva.

Cada módulo tiene un patio. En el sector 1, donde hasta el año pasado había 26 internos, los reclusos sembraron pasto y sobre este instalaron unas carpas para atender a sus familias. Bajo algunos toldos hay cómodas mesas de terraza, algún cuadro colgado, una radio y varios CD con música de los años 60. En otros, apenas una mesa desvencijada con 4 sillas.

Entre ellos hay un trato respetuoso. Aunque recuerdan bien la época de los "mamistas" (fieles a Manuel Contreras) y de los "menistas" (seguidores de Odlanier Mena), el destino común -Punta Peuco- los hizo superar la rivalidad.

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