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Contemplación y quietud...requisitos para sorprendernos

martes, 01 de septiembre de 2015

Por Paula Serrano Psicóloga
La mujer y su mundo
El Mercurio




Hay tiempos libres. La mayoría del tiempo libre es utilizado para salir de pendientes o tomar vacaciones, que son, seamos honestos, solo un cambio de actividad. Lo que es bueno, porque sin duda cambiar el trabajo por el deporte o la vida en familia es un descanso de la rutina que nos hace muy bien. Pero lo que queremos es recuperarnos, descansar, para volver al trabajo. Descansar del trabajo para volver mejor al trabajo es descanso, es acumulación de energía, pero sigue ligado ese paquete que es el paradigma del trabajo como una función social.

El problema es que el "tiempo libre" se llena también de obligaciones. Hablo del tiempo libre en el sentido literal de la palabra. Tiempo libre... de todo. La actitud interna de soltar en vez de acaparar.  De no poder pescar o atrapar nada, como cuando dormimos. ¿Y si pensáramos en un tiempo de "no-actividad"?

Muchos se angustiarían, porque hay tanto que hacer, hay tanta gente que ver, panoramas que compartir. El miedo de "quedar fuera" de lo social y actual.

En fin, finalmente el miedo a estar solos con nosotros mismos es un inhibidor de la sorpresa. Y yo creo que la vida sin sorpresas, sin la capacidad de sorprendernos ante la vida misma, es una media vida.

Por ejemplo, en los colegios insisten en socializar a los niños y se asustan si a un niño le gusta la soledad, si quiere contemplar en vez de jugar. Llaman a los padres, lo llevan al psicólogo. ¿Ha pensado alguien en la importancia de aprender a estar solo? La soledad como un bien deseado, promovido. Esos niños serán los adultos repletos de actividades y que vivirán en función del trabajo como centro de la existencia.

Para sorprenderse hay que estar mucho solo y hay que valorar la soledad. La inmovilidad es lo que nos permite escuchar, estar abiertos a ideas locas que luego nos inspiran cuando las hacemos lógicas, es lo que nos permite percibir comprensivamente a las personas y a los acontecimientos. Es lo que nos permite ver otras caras de la realidad.

Este país es tan uniforme, en parte porque sorprenderse no es un valor. Tampoco lo son la contemplación ni la quietud, sin los cuales la sorpresa es difícil. Somos predecibles.

Hagamos un test. ¿Cuán predecible soy? Si la respuesta es "mucho", entonces tal vez contemplar en silencio, no hacer, no acumular, no morirnos de ansiedad por estar en todas, puede ayudar a que seamos más iguales a la naturaleza y menos a la definición del grupo en el que vivimos.

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