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ENTREVISTA Las múltiples facetas del director de orquesta:

Daniel Barenboim y su largo viaje musical

domingo, 26 de julio de 2015

Economía y Negocios
Música
El Mercurio

Venezuela, Medio Oriente, su nuevo sello y su experiencia en Berlín son temas que aborda el músico en diálogo con "The Times". Durante todo julio y agosto estará presentándose en el Teatro Colón de Buenos Aires.



"Recién en 1999 Edward Said y yo empezamos con la orquesta. Ahora tenemos una verdadera academia en Berlín para capacitar a jóvenes israelíes y árabes, y ex miembros de la Divan tocando en la Filarmónica de Berlín, en la Staatskapelle, el Met, La Scala y naturalmente muchos de ellos en la Filarmónica de Israel. Ha sido un gran viaje musical". Nacido en 1942 en Buenos Aires, entre las múltiples facetas del músico de raíces judías está la creación de la West-East Divan Orquestra, que reúne a jóvenes músicos de origen israelí y árabe.

-¿Y también ha sido un gran viaje político? ¿O esa noción fracasó? ¿No es ingenuo pensar que la música puede desempeñar un papel en resolver problemas políticos?

"La música puede desempeñar un papel en la vida de la gente que hace o escucha música. Y en toda la historia nunca ha habido tanta gente inteligente y preparada sin la menor conexión con la música. Mi punto es que cuando los israelíes y palestinos tocan la misma música, comparten la misma pasión, al final no nos importa en lo más mínimo si somos enemigos o no. ¿Pero eso traerá una solución a este conflicto? No".

¿Podrá Barenboim, de 72 años, prever una solución a un conflicto que, cómo él señala, ha durado aún más que él? "Hoy en día la situación se ve negra", dice. "Si existe una solución, creo que vendrá muy rápidamente. Como el Muro de Berlín: cualquiera que haya dicho que eso se veía venir está mintiendo".

Y a propósito del tema de música y política, ¿qué piensa Barenboim de ese otro gran experimento músico-social: "El Sistema" en Venezuela? Alguna vez fue un gran partidario, pero el año pasado hasta sus más fervientes defensores quedaron escandalizados con las acusaciones de mala administración. Y más aún con un libro ("El Sistema: Orchestrating Venezuela's Youth", de Geoff Baker, un académico inglés que se pasó un año observando a esta opaca organización).

"No he leído el libro. Sigo creyendo que la idea de combinar ingeniería social con música es maravillosa. Le da a la música un verdadero lugar en la sociedad. Lo que me preocupa de 'El Sistema' es que lo que es bueno para el socialismo viene en primer lugar y lo que es bueno para la música siempre queda en segundo lugar. Si no fuera así, Venezuela ya debería tener al menos dos o tres orquestas de clase mundial, después de 40 años de 'El Sistema', pero no las tiene".

Barenboim tiene sus propias ambiciones en Sudamérica, pero están centradas en Argentina, su lugar de nacimiento. Ya tiene su propio festival en Buenos Aires, pero se ampliará de forma masiva en 2020 para celebrar el 70 aniversario de su primer concierto público allí. Fue a los siete años como niño prodigio del piano. "Ese año quiero pasar todo el verano europeo allá y traer a la Filarmónica de Viena, a la Staatskapelle y también a la Divan".

Tal vez los pensamientos de Barenboim pueden estar volviéndose hacia su infancia argentina, pero también ama a Londres, donde siempre ha sido una figura inmensamente popular. Este año en el Festival Hall ya ha interpretado un ciclo de las sonatas para piano de Schubert, inaugurando su piano de cola especialmente diseñado para la ocasión. También trajo a su amada Staatskapelle al Festival Hall para dos conciertos que dejaron a todos boquiabiertos, especialmente cuando los alemanes dieron la mejor interpretación de que se tenga memoria de la Segunda Sinfonía de Elgar.

"¿Por qué no?", pregunta Barenboim. "Todavía no logro entender por qué las sinfonías de Elgar no se consideran aptas para el consumo internacional. Los berlineses no la conocían antes, pero han aprendido a amarla y la hemos tocado en todas partes: Bucarest, San Petersburgo, Madrid. ¡Incluso en París!".

En Berlín, Barenboim es el director musical tanto de la Staatsoper como de la Staatskapelle. Confiesa que se siente feliz de continuar en la Staatsoper. "He estado allí durante 24 años. A veces me pregunto, ¿no será hora de cambiar? Pero la orquesta toca con tanta pasión y curiosidad que es un honor dirigirlos. ¿Dónde podría encontrar algo mejor?".

¿Es por ello que Barenboim no se presentó para la reciente vacante que quedó en el camino: suceder a Rattle en la Filarmónica de Berlín? El mes pasado la orquesta nombró al poco conocido Kirill Petrenko. "Yo nunca fui candidato", dice Barenboim. "¿Con qué fin? Tal vez si la Staatsoper no tuviera un programa de conciertos junto con la ópera, podría haber sido tentador".

Ahora Baremboim está interesado en ser curador de un nuevo sello discográfico exclusivamente digital llamado Peral Music. "Quería meterme bien en la mentalidad del mundo digital", señala. El sello le da a Barenboim otra válvula de escape para sus proyectos preferidos. Uno de ellos es una grabación del Concierto para piano y Concierto para violín de Schoenberg, con él mismo como solista en el primero y su hijo, Michael, como solista en el segundo. Ahora se ha embarcado en un ciclo completo de sinfonías de Bruckner con la Staatskapelle. Y algo más liviano, un álbum con piezas de piano para niños.

"Es maravilloso llegar a los setenta con muy buena salud, todavía sintiendo pasión por lo que uno hace y aun así ser empleado para hacerlo. El otro día me sentía tan cansado -con tantos conciertos, tantos viajes- que le dije a un viejo amigo: "Me estoy poniendo viejo". Él me contestó: "No te quejes de ser viejo. Es un privilegio que no se le concede a todo el mundo".

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