Dólar Obs: $ 981,71 | -0,07% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.072,05
IPC: 0,60%
Ajustando las Expectativas

miércoles, 15 de abril de 2015

Axel Christensen
Director de Estrategia de Inversión para America Latina e Iberia de BlackRock


El Fondo Monetario Internacional ha publicado recientemente sus proyecciones para la economía global. Los ajustes a los pronósticos realizados en octubre del año pasado no son demasiado alentadores. Reconoce el FMI la complejidad particular de las fuerzas que están afectando la economía. Los efectos de las crisis financiera del 2008 no han pasado, con endeudamientos todavía altos y bancos aun débiles. Por otro lado, consecuencias negativos de cambios demográficos y laborales se hacen sentir con mayor fuerza. Todo apunta a un ajuste de nuestras expectativas a un mundo de menor crecimiento, tarea nada de fácil. Nuestro país no parece escaparse a esa nueva realidad.

El FMI ha tenido que dejar de lado su mensaje usualmente optimista respecto al futuro económico global, tomando en su informe de Perspectivas Económicas Mundiales (WEO por sus siglas en ingles) de abril del 2015 un tono mucho más templado, incluso reconociendo lo complejo que resulta llegar a conclusiones a partir del complejo escenario económico global.

El FMI identifica dos tendencias estructurales que están llevando a que el crecimiento potencial del planea se sitúe por debajo a lo que hemos visto en las últimas décadas. Por un lado, los efectos de la crisis financiera del 2008, aun después de casi siete anos, aun se dejan sentir. Los niveles de endeudamiento, principalmente de los países desarrollados, aún siguen siendo muy altos. Por otro, el sistema bancario aun no logra regresar a los niveles de fortaleza financiera e incluso ahora se ve sometido a mayores exigencias, precisamente puestas para evitar nuevas crisis financieras en el futuro. Como resultado, el apalancamiento que permitió en el pasado a gobiernos, empresas y hogares a exhibir mayores tasas de crecimiento en inversión y gasto, enfrentan una nueva realidad de mayor austeridad financiera que limite el crecimiento potencial.

A ello se suma la combinación adversa de las tendencias demográficas y laborales. El crecimiento esperado futuro del mundo se ve aminorado por el mayor envejecimiento de la población y el menor crecimiento de la fuerza laboral, junto con niveles decrecientes de productividad (al menos en una parte importante de la población que no recibe una educación o entrenamiento laboral acorde al siglo XXI). Incluso las economías emergentes, que hace tan solo algunos años parecerían fuentes de esperanza en estos aspectos, han empezado a sucumbir a los desafíos que ya enfrentan países desarrollados desde hace décadas.

A estas tendencias de largo plazo se suma el impacto de efectos de corto plazo que generan mayor desconfianza entre agentes económicos y pueden precipitar –a los ojos del FMI- este proceso de desaceleración económico global. Estamos ante una significativa transferencia de riqueza que se ha generado a partir de la repentina y violenta caída de los precios de energía –antes el gas y ahora el petroleo- victimas de mejoras tecnológicas. La riqueza que generaba la abundancia en este tipo de recursos naturales en países del Medio Oriente, por ejemplo, se está trasladando rápidamente a economías consumidoras de materias primas, ubicadas principalmente en Asia.

Para la entidad multilateral, agresivas decisiones de política monetaria por parte de los principales bancos centrales de mundo se está traduciendo en volatilidades cambiarias que están generando efectos tanto en mercados reales como financieros. La incertidumbre ligada a tal volatilidad genera dudas respecto a decisiones de inversión y financiamiento, a pesar de las ganancias de productividad que devaluaciones competitivas conllevan. Los bancos centrales de varios países emergentes, ante el traspaso a inflación de las devaluaciones de sus monedas locales, se ven atadas de manos al momento de querer llevar a cabo políticas que incentiven crecimiento. Tanto tendencias de largo plazo como coyunturales llevan a organismo oficiales como el FMI a unirse a lo que muchos analistas privados habían identificado hace algún tiempo: tendremos que acostumbrarnos a un crecimiento global más bajo (y por ahí los optimistas querrán agregar algo menos volátil).

La economía chilena no se escapa de este ajuste de expectativas. El FMI ha corregido a la baja su proyección de crecimiento para nuestro país a un magro 2.7%, que junto al +1.8% del 2014, sienta bases para preguntarse también si la economía chilena no ha cambiado de nivel estructural de crecimiento. Algunos de los factores que el FMI identifica en su impacto global están presentes, como la situación demográfica o la menor productividad. Otras, como el mayor endeudamiento o un sistema bancario débil son más discutibles que apliquen a Chile. Pero el reciente pesimismo generado por el deterioro político puede reemplazar a los argumentos para tomar una visión algo más pesimista.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia