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Tensión en el centro de Europa:

La "nueva Guerra Fría" entre Occidente y Rusia se percibe fuertemente en Polonia

viernes, 21 de noviembre de 2014

Economía y Negocios

El Mercurio

Varsovia El centro de la política exterior del Kremlin busca proteger a los que se sienten rusos, lo que amenaza a sus vecinos.



Aparte de la abundancia de manzanas en Polonia, después de que Rusia puso un embargo a sus exportaciones agrícolas, es fácil ver que el conflicto de Ucrania inquieta a los polacos. No solo porque no pueden vender sus productos o porque los políticos admitan que difícilmente se van a recomponer las relaciones con Moscú o porque la prensa informe a diario de los desplazamientos de tropas rusas en el vecindario: Hay una solidaridad generalizada con el movimiento europeísta de la plaza Maidan de Kiev, que hace justo un año realizó la primera protesta que terminó derrocando al gobierno de Viktor Yanukovich en tres meses.

En una esquina del centro de Varsovia, un grupo de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, instaló una oficina para apoyar a los europeístas ucranianos y hacen eventos culturales para reunir fondos. "Podaj Rêkê Ukrainie" (Dale una mano a Ucrania) dicen los carteles en los que se promociona un concierto. Y para este domingo está programada una marcha solidaria con Ucrania en esta ciudad.

Entre los polacos está instalada la sensación de que pueden ayudar a sus vecinos para que, al igual como lo hicieron ellos hace 25 años, Ucrania camine hacia la democracia y se sacuda del dominio moscovita.

Cuando al panorama se suman los movimientos de tropas rusas encubiertas hacia Ucrania, las sanciones mutuas con el Kremlin y las tensiones diplomáticas entre el Presidente Vladimir Putin y los principales líderes occidentales, el fantasma de la Guerra Fría parece sentirse más fuerte en esta ciudad que todavía conserva los edificios de estilo soviético.

La intervención rusa en Ucrania y las últimas acciones de Moscú han provocado "el cambio más importante en el entorno de seguridad nacional" aquí, afirma el director del Departamento de Análisis Estratégico de la Oficina de Seguridad Nacional, Kazimierz Sikorski.

Pero el fantasma de la Guerra Fría volvió algo cambiado. Esta vez, los polacos están del otro lado de la cortina. Y dicen que tienen una posición de liderazgo dentro de Europa, de la misma forma en la que a fines de los 80 fueron los primeros en romper con el contrato soviético e iniciaron su transformación. Varsovia siempre ha intentado, a través de su Presidente, estar cerca de los mandatarios de Ucrania, al tiempo que también buscó construir una relación sólida y abierta con el Kremlin. Eso le ha permitido presionar por las sanciones hacia Moscú, ya que el resto de la Unión Europea sabe que sus propuestas no provienen de un sentimiento antirruso, sino del agotamiento de los otros recursos diplomáticos.

Para Polonia, insisten funcionarios de gobierno, es importante tener vecinos como Ucrania y Rusia, que sean estables y que puedan desarrollar sus economías. Pero la visión de Putin dicta exactamente lo contrario: su país y el área donde tradicionalmente ha tenido influencia está bajo amenaza permanente, como con el acercamiento de Ucrania a la Unión Europea.

"Esto sí es una Guerra Fría, aunque tiene un carácter distinto de la anterior, pues esa tuvo un factor ideológico muy fuerte. La ideología soviética fue para muchos muy atractiva... Lo de hoy no tiene importancia ideológica, en Rusia no existe ninguna ideología; solo una democracia oligárquica", comentó Jan Litynski, consejero del Presidente Bronislaw Komorowski. De ahí, que los únicos que podrían destruir el sistema son los millonarios que se han servido de los contactos con el Kremlin, pero que probablemente no están dispuestos a "morir" para defenderlo.

Por eso es que el sistema y las ambiciones que están a prueba son solo las de Putin. El Mandatario ruso ha situado en el centro de su política exterior un nacionalismo extendido que traspasa las fronteras para proteger a los que se sienten rusos. Una norma recientemente aprobada en Moscú da la definición a la que más se teme en este nuevo campo de batalla: que un ruso es aquel que tiene pensamiento ruso. Y el Presidente tiene la obligación de defender a los que se manifiesten como oprimidos.

Con el nacionalismo "putiniano" en el centro de la nueva Guerra Fría, los más afectados podrían ser los países bálticos, que tienen minorías rusas que se sienten incómodas con el resto del país. Y el principal problema no es un movimiento de tanques, sino la sutileza de un aparato de propaganda que los rusos montaron para apoyar su visión. Hay poblaciones completas en países vecinos a Rusia que solo acceden a estos medios.

"El nuevo escenario nos ha puesto continuamente bajo el nivel de la guerra... es cierto que la OTAN es un organismo muy fuerte, que sin duda le gana en poderío militar a Moscú, pero si un fragmento de nuestro país llegara a elegir a Rusia, qué vamos a hacer. Otra cosa sería que los rusos nos ganaran enviando tanques o tropas. Pero sin agresión (los soldados que despliega Rusia no usan identificación), la OTAN no puede intervenir", advierte Sikorski.

1.000
personas han muerto en el este de Ucrania desde que el 5 de septiembre se proclamara formalmente el alto el fuego, informó ayer la ONU, en Ginebra. En total, desde mediados de abril han perdido la vida en el conflicto entre separatistas prorrusos y fuerzas ucranianas 4.317 personas y han resultado heridas otras 9.921.

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